El amor y la adoración como claves para engrandecer nuestra vida

En la reflexión de este mes, tomamos las ideas de la adoración que dio el Papa Francisco en una de sus homilías, reivindicándola como camino a la salvación: “Cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las pruebas”.

La adoración nos permite dar el valor a las cosas en su justa medida. La clave es no dejarnos enceguecer por cuestiones materiales y por el “facilismo” que provoca el sinsentido en todo lo que hacemos. El Dr. De Vincenzi sostiene que: “Las “dulzuras” del facilismo, dejan sabor “amargo” y permanente durante toda la vida de los hombres y sociedades que lo practican”. Y, volviendo a la homilía del Papa, encontramos en la adoración una salida a ello: “Adorar es ir a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente. De hecho, al adorar uno aprende a rechazar lo que no debe ser adorado: el dios del dinero, el dios del consumo, el dios del placer, el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios. Adorar es hacerse pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en tener, sino en amar”.

Recordemos también las palabras de De Vincenzi cuando dice: “Sólo se aprende a amar, amando y, en consecuencia, sólo se enseña a amar, amando”.

 

Que nuestra cabeza y nuestras ambiciones materiales no nublen lo esencial, que no perdamos la grandeza de la vida y nos permitamos adorar y amar siempre.