"Para mí fue fundamental el hecho de hacer y tener variedad en prácticas"

Pablo Sánchez (37 años) se graduó como Licenciado en Kinesiología y Fisiatría de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) en el año 2013, en la sede regional Rosario. Meses después vivió sus primeras experiencias como profesional en La Pampa y, apenas unos años más adelante, se trasladó a Italia, donde vive con su mujer y dos hijas.

Desde sus inicios, la experiencia de Pablo en la práctica laboral fue casi en soledad y ganando horas en distintos ámbitos de la profesión. Durante varios años fue el único kinesiólogo de un pueblito pampeano en el que había todo por hacer. "Como todo pueblo es el club, la pileta y nada más. Estamos acostumbrados a la vida tranquila. Acá (por Italia) también es muy muy tranquilo", relató.

Luego de graduarse se mudó a Santa Rosa, provincia de La Pampa, donde consiguió sus dos primeros trabajos en rehabilitación neurológica con chicos de una escuela y rehabilitación acuática. "Fue la primera experiencia con esto último, porque no había tenido más que teoría y nada en profundidad. A partir de ahí me explicaron, estuve un tiempo con la persona que dejaba el puesto y ahí arranqué", contó Pablo.

Fue por el contacto con un colega que le llegó la oportunidad de trabajar en General Campos, "un pueblito de 100 años en el que jamás había ido un kinesiólogo", detalló. "Me contactaron, vino el intendente habló conmigo, me ofrecieron el trabajo y nos fuimos allá en 2014", siguió.

Con su mujer aún recuerda con gracia el día en el que llegó el intendente de aquel pueblo para hacerle la propuesta laboral. "Cuando vino a casa hacía muy poco que habíamos llegado y teníamos a nuestra hija mayor recién nacida. Me fue a ver y no sé qué se esperaba. Entró a casa y nosotros no teníamos nada. De entrada me vio cara de pibito... era un pibito. Lo único que le pude ofrecer era un vaso de agua y teníamos sólo un taburete, así que nos sentamos en el medio de la sala y nada alrededor", contó.

El funcionario lo miraba sin entender. "Era una casa que habíamos alquilado a un conocido de un amigo mío y era hermosa, de unos 90 metros cuadrados. Hacía eco cuando me hablaba. Me ofreció que me venía a buscar para llevarme al pueblo para conocer. Esa anécdota cada tanto nos acordamos con mi señora. Él nos fue a buscar y no sé qué se pensaba que se iba a encontrar, pero lo atendí con esa sencillez...", recordó.

Pablo Sánchez con su familia en Augusta, Italia. 


En General Campos habían armado un consultorio con una médica del pueblo de al lado, que iba dos veces por semana, un odontólogo y después empezaron a incluir otros profesionales, "por lo menos para que una o dos veces al mes tenga acceso la gente a esos profesionales", detalló.

Respecto de cómo fue que recayó en kinesiología, Pablo contó que la medicina siempre le interesó. Comenzó a estudiar eso y luego pasó a enfermería, porque su cuñado es enfermero y le dio la idea. "En 2003 justo fui la primera promoción que empezó kinesiología en la UAP (Universidad Adventista del Plata), en Entre Ríos", dijo.

"Para ser sincero, no sabía de qué se trataba la kinesiología, fue una sugerencia de mi madre. El día de la solicitud escribí 'quinesiología' con 'Q', no tenía idea. Pero gracias a Dios esta profesión me encanta. Está en el punto medio: no estás sentado dando fármacos y tampoco estás a full, como están los enfermeros, trabajando siempre sobre el paciente", detalló.

Dado que los orígenes de sus abuelos eran de Italia, siempre pensó en hacer la ciudadanía y después irse del país. "Quise buscar documentación y no la pude conseguir. Pero mi esposa sí tuvo más posibilidades. Vinimos a Sicilia en 2015 porque los orígenes de ella están acá", contó.

Según dijo, lo más complicado de emigrar fue "la parte burocrática", con todo lo que implicó la documentación. "Como en todos lados, si no manejás el idioma es complicado. Pero la gente acá es muy predispuesta. Tuvimos mucha ayuda porque no nos quedamos de brazos cruzados. Ni bien empezamos a circular, era sentarse en la plaza y escuchar cómo hablaban, repetir. También tenés la televisión y demás. Pero el idioma fue un primer impacto de no poder comunicarte y que te entiendan, pero después todo se desbloqueó", siguió.

En junio de 2016 empezó a trabajar al ritmo que aún lleva en estos días. Primero recayeron en una ciudad chica, donde el ritmo era muy tranquilo y la gente más cerrada. "Pero cuando nos mudamos a Augusta, en provincia de Siracusa, ahí empecé a un ritmo importante", nos dijo. Respecto de los aparatos para realizar la profesión, contó que se compró una camilla plegable con un préstamo de la Iglesia que "por suerte lo pude devolver al tiempito".

"Igualmente, aparatología uso muy poco. Porque si es particularmente necesario el uso del ultrasonido, lo uso. Si no, directamente son todas técnicas manuales", sentenció.

Pablo trabaja solo, se abrió un consultorio que alquila y contó que no son demasiados los requisitos que le piden para poder ejercer la kinesiología allí. "Obviamente, para abrir el poder trabajar de monotributista, acá sería trabajador independiente, que se hace el trámite a través de un contador y ellos manejan todo el tema de papeleos".

Su experiencia es muy similar en la Argentina e Italia, ya que trabaja solo y no debió adaptarse a las costumbres de compañeros de trabajo, sino solamente el trato con los clientes.

"Es lo mismo que me pasó en el pueblo de La Pampa, llegué y era hacer de todo. A veces me preguntan si hago neuro, les digo que no 100%. ¿Tráumato? No. Lo que toque, les digo. En La Pampa tuve que ver niños con el tema respiratorio, adultos, neurológicos, de todo. Sirvió todo el recorrido que hice más la UAI con las prácticas", explicó.

Luego de pasar por la UAP y hacer hasta tercer año, por temas de dinero y que se "bloqueó" con una materia, se cambió a la UAI. "Fue el quiebre perfecto para mí. En la UAP la teoría era muy buena pero tenía poco campo de práctica, y en la UAI tenía mucho campo de práctica, así que fue excelente haber hecho el cambio. Fue fundamental el hecho de hacer y tener variedad en prácticas. Tenés lugares donde te tenés que adaptar con un palito de escoba y una bolsita de arena, y tenés centros privados grandes donde tenés toda la aparatología a disposición", explicó.

Por último, relató su experiencia durante la pandemia de coronavirus que tanto sufrió Italia, pero que justo donde él y su familia se asentaron fue la zona más tranquila. "Es una ciudad donde el máximo pico que hubo en el auge fueron ocho casos, y dos eran de otra ciudad que la trajeron para acá", dijo.

"La ley se hizo para todos y tuvieron que cerrar por prevención. Gracias a Dios yo pude seguir trabajando y si me paraba la policía pude justificar que era porque trabajaba en la salud. A mí no me afectó demasiado económicamente. Bajó un poco el ritmo, pero los pacientes que estaban viniendo al consultorio, que por lo general son los que vienen porque están mal, no tuvieron problemas", terminó.