Las series teen: ¿aliadas o enemigas?

Por Magalí Martínez*

 

El problema en estas series llega cuando romantizan o banalizan problemáticas serias y le atribuyen a adolescentes actitudes o raciocinios que no coinciden con su desarrollo psicológico.

Evadir la realidad. Cambiar, al menos por unos cuarenta y cinco minutos, nuestro papel y ceder el protagonismo a un completo desconocido. Ver, mediante los ojos de un director, nuevos universos donde los magos existen, los vampiros también y posiblemente haya una infinidad de estereotipos. Las series, y por qué no, las películas, se encargan de plantear diversos escenarios donde un conjunto de personas realizan una seguidilla de acciones que acaban por ser una historia premiada, pasatista o lamentable. Algunas producciones son más jugadas que otras y permiten pisar terrenos pantanosos, susceptibles para muchos y necesarios para tantos otros. Actrices, actores y guionistas le dan voz no sólo a los autores de aquellas historias sino también a un sinfín de personas que, escondidas en el anonimato, se ven reflejadas en esos personajes.

De los seres humanos se pueden decir muchas cosas, y todas serían ciertas. Hay suficiente cantidad de personas en el mundo para que al menos una coincida con el adjetivo dado. Tal es así que podríamos decir que somos influenciables, sugestionables y con una necesidad innata de sentirnos identificados o lo suficientemente aceptados en sociedad como para pertenecer a un grupo. Haciendo eco de palabras aristotélicas, “el hombre es social por naturaleza”, por lo tanto sentirnos representados por quienes nos rodean nos reconforta. Es aquí donde las series adquieren un papel clave, ya que pueden hacer referencia a circunstancias concretas de la realidad, divulgar conocimientos sobre temáticas específicas, fomentar o influenciar ciertas conductas. Centrándonos en este último punto, es importante establecer que la diversidad en cuanto a nuestra formación, personalidad, salud mental, contexto sociocultural o económico son determinantes a la hora de reaccionar frente a un mismo estímulo. Sin dejar de lado las diferencias que conlleva pertenecer a un grupo etario en particular. Así como se cuidan los contenidos que consumen los niños, ya que pueden moldear su carácter o afectar su desarrollo, debemos remarcar que los adolescentes pueden ser más vulnerables frente a ciertas tramas.

Victoria Cristiano, actriz y estudiante de Realización audiovisual, considera que

siempre se tiene que buscar un rasgo que haga que el espectador se sienta identificado. Con los adolescentes esto se da aún más. En mi opinión con las típicas series juveniles como 13 Reasons Why, Riverdale, Sex Education o Skins, buscan encontrar un rasgo dentro de ellos que los haga sentir como iguales a ciertos personajes o identificados con una situación específica y gracias a ello busquen algún tipo de ayuda para saber qué hacer con eso que les pasa. Hay que tratar de influenciarlos de la mejor manera posible.

Siguiendo por la misma línea de pensamiento, Josefina Arroyo, cinéfila y técnica en Periodismo, dice que

los hombres aprenden imitando. Justamente, cuando ves una serie o película en la que un adolescente hace algo, muchas veces lo vas a interpretar como correcto. Sobre todo ellos (los adolescentes), ya que están buscando quiénes son y cuál es su lugar en el mundo. Es bueno tener a alguien con quien vos te identifiques y puedas ver que les pasa lo mismo que a vos. Sino uno plasma una vida completamente idealizada, irreal. Es muy importante que las productoras y los guionistas lo tengan en cuenta.

La profesora Angélica Calandra, diplomada en programación neurolingüística y educación inclusiva, dice que

Los jóvenes, como todos los seres humanos, necesitan sentirse seguros, queridos y aceptados. Si el grupo de pertenencia los rechaza o los margina, los efectos en su conducta se hacen evidentes. Pueden aislarse, sufrir fobias, deprimirse, angustiarse, etc. Sobre todo los adolescentes consumen muchas series en las cuales se ven representados o ven aquello que alcanzar o ser. No distinguen si el contenido de lo que ven intenta manipularlos, imponer estereotipos, o impulsarlos a comprar determinados bienes.

El problema en estas producciones llega cuando romantizan o banalizan problemáticas serias y le atribuyen a adolescentes actitudes o raciocinios que no coinciden con su desarrollo psicológico. En el caso de 13 Reasons Why, Jama Psychiatry dio a conocer un estudio que demostró que la tasa de suicidios había aumentado 13.3% en Estados Unidos tras el debut de la serie. Tenía como finalidad contribuir a la prevención y poner en alerta tanto a la audiencia como a sus realizadores. A raíz de la repercusión que alcanzó y también gracias al revuelo que se generó en redes sociales, Netflix modificó la presentación del programa y crearon un sitio web en el que se puede pedir ayuda. A este respecto la profesora Calandra dice:

La educación brindada en la etapa del nivel secundario es fundamental. Se deben desarrollar habilidades cognitivas y capacidades como el juicio crítico, la comprensión e interpretación de situaciones y la abstracción. Sin el dominio de estas competencias sería muy sencillo desorientarlos. Es una etapa ideal para fortalecer la personalidad y construir un proyecto de vida. Valorarse como seres únicos e irrepetibles, siendo originales y no copias de lo que proponen las pantallas.

Si bien en la actualidad audiovisual la salud mental es un tema recurrente, no siempre se lo retrata del modo correcto. “Tiene mucho que ver con que es lo que el público quiere consumir. Es algo que como guionista o productor se tiene que tener en cuenta, porque al fin y al cabo no deja de ser un producto que se tiene que vender”, dice Arroyo. Por su parte Cristiano, como actriz, asegura que “muchas situaciones están planteadas para que sean atractivas o por conveniencia de la trama y quizás no representan de la mejor manera la salud mental. Obviamente, esto no quiere decir que no haya producciones que planteen de forma realista la salud mental”. Por ejemplo: Skam España, donde la novia de una de las protagonistas, Joana (Tamara “Rizha” Ronchese), tenía Trastorno Límite de la Personalidad y a lo largo de la temporada se pudo ver un arco en su personaje.

Hablar de objetividad en las series es imposible. Desde el lugar en donde ponemos la cámara hasta el plano en que vamos a grabar o las líneas que va a recitar el actor tienen una intención clara y premeditada. Por esto, cuando vemos producciones que insisten en potenciar estereotipos podemos firmemente decir que no es casual. Lo que sí excede a los creadores son las consecuencias del mensaje, ya que puede tener infinitas interpretaciones. Como dice Cristiano: “Cada persona tiene su manera de lidiar con lo que le pasa y no existe una respuesta automatizada que todos los que padecen lo mismo repitan. Van a haber producciones que lo desatiendan más y otras en las cuales se les dé muchísima más importancia”. La serie de HBO Euphoria no sólo es estéticamente interesante sino que plasma realidades adolescentes del modo más crudo, demostrando que la juventud no es sinónimo de felicidad o —cambiando unas simples letras de la palabra— facilidad. Aborda temáticas como la drogadicción, las relaciones tóxicas, la transfobia, el fat shaming, aprender a lidiar con las emociones y otros tantos.

Sin subestimar la inteligencia adolescente, es importante destacar que como no han terminado de desarrollar su psique o consolidar su identidad puede verse alterado su juicio de valor según lo que consumen. La moda o estos estereotipos inalcanzables pueden volverse un enemigo invisible con el que conviven a diario. Intentar cumplir altas expectativas o llenar el molde socialmente impuesto puede acarrear daños significativos o, en el peor de los casos, letales. “Falta romper con los estereotipos y los tabúes. Por ejemplo, Sex Education”, dice Arroyo haciendo referencia a la serie británica que ahonda en las inseguridades adolescentes respecto a la sexualidad, y añade: “Es necesario abordar los contenidos adolescentes desde la perspectiva que ellos pueden llegar a tener. Hablar con ellos e involucrar más a los actores que lo viven”.

“Desde mi punto de vista, creo que ayudan (las series) de gran manera. Generan conciencia de los tabúes, facilitan enseñanzas para dejar de normalizar o ayudar a identificar conductas y hábitos que no son sanos”, dice Victoria Cristiano.

¿Y los finales felices? Como lo dice Josefina Arroyo?

La vida tiene picos, es un ciclo. Muchas veces se banaliza o se pinta todo de rosa, y no es así. Una serie que me marcó mucho fue The 100 que empieza con la temática del cambio climático situada en 2100. Uno puede decir que no se está identificando al 100 por 100, porque no estamos viviendo en un mundo postapocalíptico, pero plantea otras tantas cosas con las que sí. Inteligencia artificial, lesiones o personajes LGTB. Además no busca un final feliz, sino realista. A lo mejor es chocante, pero justamente eso es la vida. La gente quiere identificarse y la vida no siempre es feliz. Es necesario que se destruya el final feliz como lo conocemos. Los adolescentes atraviesan cosas malas y buenas que los hacen desarrollar su personalidad. La vida no es como Gossip Girl.

Concluye sus comentarios Angélica Calandra con esta opinión:

En general los adultos piensan que los adolescentes se encierran con sus dispositivos o amigos, y los abandonan a su suerte. Es una edad en la que la presencia, la escucha y la contención son claves para alcanzar una vida plena. Las escuelas deberían aprovechar el capital que representan las series adolescentes como insumo para las clases. A través de este recurso se conseguirá captar la atención y el interés de los alumnos generando aprendizajes significativos e importantes para sus vidas.

No se busca limitar la creatividad de los autores o cancelar la controversia, sino entender que hay efectos colaterales que atender. Hay que dar voz pero también escuchar la respuesta de las audiencias. Generar contenidos que aporten y estén dispuestos a pisar terrenos poco explorados, pero con el respeto y la seriedad que merecen. Como se dijo al principio, somos sociales por naturaleza y a la hora de contar historias tenemos que tener en cuenta el efecto que pueden tener en otros. Comprender la vulnerabilidad y aprehender la empatía.

*Alumna de la Licenciatura en Periodismo Sede Rosario - Artículo publicado en la Revista Replicante