OSTEOPOROSIS: UNA MIRADA KINÉSICA

Por Yasmin Cioffi. Alumna de la Licenciatura en Kinesiología y Fisiatría (UAI).

Los beneficios que produce la actividad física (AF) son innumerables. Sin importar las condiciones de cada persona, esta proporciona mejoras en la salud y previene múltiples enfermedades. Entendemos por AF a aquellas de la vida diaria tales como caminar hasta el transporte público, limpiar la casa, bajar escaleras, como también actividades especificas tales como realizar un deporte, andar en bicicleta, correr, etc.

Ahora, la osteoporosis es la pérdida de Densidad Mineral Ósea (DMO), que se asocia principalmente a mujeres de más de 60 años. Y si bien está relacionada a otros factores como el déficit de Vitamina D, ingesta insuficiente de calcio, trastornos nutricionales, falta de estrógeno y enfermedades endocrinas, entre otras, también la inactividad es un factor de peso.

Los órganos de nuestro cuerpo están en constante cambio y remodelación, y como los huesos también son órganos, sufren las mismas modificaciones. En este caso ese proceso se llama osteogenesis y sucede gracias a la actividad osteoblástica-osteoclástica que producen la Remodelación Ósea (reconstrucción del hueso).

Los osteoclastos son células encargadas de “destruir” el hueso mientras que los osteoblastos son quienes lo “crean”. El estrógeno y la testosterona son las principales hormonas encargadas de producir osteoblastos, entonces, si con la edad producimos cada vez menos hormonas, también disminuye la cantidad de células reconstructoras del hueso.

¿Qué podemos hacer entonces?

Lo primero que se piensa cuando alguien tiene osteoporosis es que debe consumir más calcio, pero la realidad es que si el paciente no realiza AF el consumo de calcio es ineficiente.

La kinesiología es la ciencia del movimiento, por lo que para esta enfermedad es una gran aliada. El movimiento estimula a la ontogénesis por el “efecto piezoeléctrico”. Este se relaciona con las cargas de compresión y descompresión a las que se somete el hueso.

Cuando a un material se le aplica una carga mecánica (compresión), este como respuesta produce una carga eléctrica. En este caso se aplica este fenómeno piezoeléctrico, por ejemplo, al dar un paso generando una compresión en el hueso que se transformara en un estimulo para la ontogénesis.

La AF es una de las aliadas para contrarrestar la osteoporosis y también es una herramienta muy útil para evitar lesiones, ya que permite evitar las caídas, muchas veces producidas por debilitamiento y perdida de la estabilidad, mejorando la propiocepción (capacidad de sentir la posición de las distintas partes del cuerpo), fortaleciendo los músculos y aumentando la densidad ósea lo cual se traduce en huesos más resistentes.

Un estudio realizado por McMillan L., Zengin A., Ebeling P. y Scott D. (2017), “Recetar actividad física para la prevención y el tratamiento de la osteoporosis en adultos mayores”, el cual se centró en los sitios clínicamente relevantes para la osteoporosis, como la cadera y columna lumbar, demostró que no todas las actividades garantizan una mejora en la DMO.

Si bien cualquier AF favorece la salud, las actividades con entrenamiento de resistencia y actividades con carga de peso pueden ser más eficaces para mantener y aumentar la DMO. Esta diferencia se debe a que mientras mayor sea el impacto, mayor será el efecto piezoeléctrico. Ese impacto puede incrementar ya sea, por ejemplo, saltando en vez de caminando o utilizando peso adicional al peso del cuerpo.

Adoptar hábitos saludables como una buena alimentación, hidratación, mantener la mente activa y el cuerpo en movimiento es indispensable para obtener una buena calidad de vida a cualquier edad. En pacientes con riesgo de osteoporosis o con la enfermedad ya instalada, esos buenos hábitos pueden ayudar a retardar la degeneración y las secuelas que produce la misma, sin olvidarnos de la importancia del tratamiento farmacológico.