La Felicidad - Hot Sale

¿Quién quiere ser feliz?, ¿quién da más?. Difícilmente alguien gozando de salud mental diga que no quiere serlo, ya que es el objetivo de la vida en sí misma. Pero, ¿es felicidad o placer lo que estamos sintiendo, como la diferenciamos?,¿qué hacer para obtener la verdadera felicidad y que implica ésta?. 

 

Por Carla Vitale*

El 20 de marzo la ONU instituyó el Día Internacional de la Felicidad y estableció como derecho humano fundamental la búsqueda de la felicidad.  A su vez, se observan actualmente iniciativas en diferentes partes del mundo tendientes a lograr una mejor calidad de vida y bienestar en la población. Vemos, por ejemplo, como Bután, un pequeño país del Himalaya, considerado “El País de la Felicidad”, mide el desarrollo de la población en términos del Índice de Felicidad Interna Bruta, en vez, de utilizar indicadores puramente económicos, como el Producto Bruto Interno (PBI). Éste, como otros países que siguieron sus pasos, India, México y Perú, incorporó un “Plan de Estudios de Felicidad” en sus escuelas para que los alumnos, llevando a cabo un programa de meditación, historias inspiradoras y actividades, logren contrarrestar la tendencia a ser exigentes, ambiciosos, competitivos y despiadados, y formar seres humanos decentes, buenos y amables. Disminuyen, también, el nivel de estrés escolar, ya que se registraba un crecimiento de suicidios entre estudiantes. A su vez, apreciamos nuevos desarrollos en la ciencia, como es el caso de la neurofelicidad, que es la conjunción entre neurociencias y felicidad. Se basa en la activación de ciertos circuitos cerebrales en pos de proporcionarnos, a nosotros mismos, experiencias de felicidad de manera voluntaria y consciente, entendiendo que la felicidad se relaciona con las pequeñas cosas que hacemos todos los días, como decía Benjamín Franklin.

En diversos lugares, incluido en las redes sociales, permanentemente “se venden experiencias” tendientes a lograr esa supuesta y tan ansiada felicidad que buscamos, esa que inmediatamente que la alcanzamos, a la vez, la perdemos, escapándose como pompas de jabón que nos explotan en las manos. Será esto, porque no estamos hablando de felicidad como tal, sino de otra cosa. Allí confundimos la emoción del placer y el deseo (el cual es el motor de la vida según Freud), con la felicidad que es un sentimiento más estable y duradero en el tiempo en donde no hay un camino, una experiencia, un objeto, un título o un trabajo que se llame Felicidad, al obtenerlo sino que como Buda sostenía: “ella es el camino”.

Para mejorar nuestro estado emocional, es importante entender, que se conjugan la genética, el sistema hormonal y las experiencias, lo cual nos lleva a ser más o menos propensos a ver la vida y enfrentarla de una manera u otra. Pero tenemos la capacidad y herramientas para hacerla más linda y mejor. ¿Cómo?, corrigiendo el enfoque de nuestra realidad y la perspectiva con la que observamos los hechos. Los psicólogos desde TCC (Terapia Cognitiva Conductual) trabajamos con una técnica, llamada Restructuración Cognitiva, actuando sobre los pensamientos disfuncionales, también, entre otras cuestiones, orientamos y acompañamos a enfrentar y no evitar aquello que les da miedo y ansiedad, dentro de un proceso. 

Tenemos la libertad como seres humanos de decidir qué hacemos con lo que sentimos, cómo lo encausamos y hacia dónde lo dirigimos. Llegamos así, a comprender que hay un intenso interés y basto trabajo a la hora de buscar y alcanzar aquella que llamamos la “verdadera felicidad”. Pero también muchas veces nos encontramos comprando momentos de supuesta felicidad, llegando a querer amarrarla de forma desesperada, confundiéndola con lo que es el placer inmediato, generándose así una conducta del orden de lo obsesivo e impulsivo, provocando luego lo contrario a lo que necesitábamos sentir. Es decir, frustración, desesperación, angustia y hasta un vacío existencial cuando ese placer se ausenta y falta por momentos. Así, se venden experiencias y vidas, supuestamente felices, a la vuelta de la esquina (o mejor dicho a la mano del Instagram), las cuales podemos usarlas para disfrutar pero solo sabiendo que se relacionan básicamente con la adquisición de bienes, objetos, dinero, con competencias entre personas para ver quién viaja más y más lejos, etc. Así, podremos entender que estamos comprando “gato por liebre”, ya una vez cubiertas las necesidades básicas, no difiere el nivel de felicidad entre las personas.

Entendiendo que la felicidad viene de nuestro interior, no se busca afuera, podremos hacer un interesante paralelismo con la actualidad que estamos viviendo, y aprovechar estas épocas de grandes emprendedores que nos trajo la cuarentena para poder ser nuestros propios “fabricantes de felicidad”.

¿Cómo?, es la pregunta. Si les digo cierren los ojos e imagínense en un lugar donde se sientan felices, seguro que todos saben a qué nos referimos cuando  nombramos esa linda palabra denominada felicidad, ya que, en algún momento la experimentamos y tenemos la vivencia de haber sentido ese estado de ánimo positivo. La palabra viene del latín “fecundo”, y se relaciona con la idea de nacimiento, de procreación o de la producción que brinda la madre tierra, acarreando éstas un estado de entusiasmo y regocijo. Se vincula con el hecho de que las personas más felices están más motivadas a lograr nuevas metas, crear proyectos e ir en busca de desarrollar ciertos objetivos en relación a sus valores.

Es verdad que la felicidad tiene un componente meramente subjetivo y se relaciona con aquello que es valorado por cada individuo. El sentido más profundo de la felicidad es experimentado con la “Vida Significativa”, en la cual, podemos desarrollar nuestras virtudes. Pero también, es importante lograr reducir el nivel de exigencia sobre nosotros mismos.

En Psicología hablamos de intentar desarrollar un S-YO que no sea ni tan estricto ni tan lábil. Él tiene la función, entre otras, de ser nuestra conciencia moral y plantearnos las aspiraciones que queremos alcanzar para superarnos. Es importante conquistar nuestro ideal del Yo (quién quiero ser) y no cumplir con el ¨Yo Ideal¨ de otros, nuestros padres-afectos-sociedad (lo que los otros solo quieren para mi), aspirando así, a una vida real y no ideal-perfecta, planteándonos metas realistas y no inalcanzables. Trabajando la tolerancia a la frustración frente a los eventos infortunos de la vida. Evitando polarizarnos en pensamientos negativos, dicotómicos y catastrofistas. Es decir, no ir de un extremo al otro: o soy feliz y súper dichoso si me va bien, al polo opuesto, soy infeliz y un desastre, si fallo alguna vez.  Pudiendo encontrar entre ellos un punto intermedio, de equilibrio.

El hecho de exigirnos diariamente tener un continuo de emociones positivas ligadas a la felicidad, la alegría y el placer es ciertamente utópico, genera el efecto inverso y hasta hace sentirnos culpables. No podemos ser personas que nos mostremos siempre felices, sonrientes, agradecidos, contentos, aspirando a ser solo aquello que nos marca como valorado la sociedad y los medios de comunicación. Es decir, la meta inalcanzable de ser exitosos, lindos, inteligentes, buenos, adinerados, y saludables, no pudiendo mostrar que fallamos, evitando conectarnos y expresar nuestras emociones negativas, lejos de hacer sentirnos anímicamente bien, como nunca lo alcanzaremos, viviremos en estado permanente de angustia, tristeza y ansiedad. Ser feliz significa auto realizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano. Los hombres persiguen la felicidad pero cada cual posee la receta y los  ingredientes de su propia felicidad. Para eso, hay que explorar su interior y conocerse bien a uno mismo, sabiendo qué se quiere.

Desentramar esa famosa frase: salud dinero y amor, como sinónimo de felicidad. Investigaciones sobre que variable se relaciona más con la obtención de ella, han evidenciado que el tener salud (o ausencia de enfermedad) no es la clave para brindarnos felicidad, ya que ciertas personas luego de cursar y recuperarse de una enfermedad grave o terminal, al tiempo, vuelven a sentir su estado de ánimo cotidiano previo, y que incluso personas con ciertas enfermedades son más felices que otras que no atraviesan ninguna de ellas. Aquí hablamos acerca de la salud física en cambio el nivel de salud mental, uno de los mayores indicadores de felicidad individual. En cuanto al dinero, se estima que una vez cubiertas las necesidades básicas este no incide en el grado de felicidad, se evaluaron a algunas personas que habían ganado un importante premio como la lotería, se registró que si bien desarrollaban la emoción de la euforia y la alegría por un tiempo inicial, ello no implicaba que sostengan en el tiempo el sentimiento de felicidad. Por último, la variable del “amor”, entendido en todas sus formas, amor por la familia, por los amigos y hacia nosotros mismos en primera medida, amando lo que elegimos y hacemos cada día, era una de las más ligadas al concepto de felicidad.

En definitiva, como pensamos, sentimos y actuamos, sumado a las relaciones sociales positivas que establecemos, la salud mental que disponemos (entendida como la capacidad para afrontar las tensiones normales de la vida y ser productivo en la comunidad) y el sentimiento de auto-realización que poseemos son indicadores que llevan a sentirnos más o menos felices.

Intentemos vivir el presente, el aquí y ahora, sintiéndonos libres, empoderados, entendiendo que algo podemos hacer con lo que nos sucede, y que la felicidad la tenemos en nuestros manos, haciendo coincidir que la proyección de nuestra vida, aquello que queremos ser, se entrelace con nuestra vida actual, con lo que somos y hacemos en la realidad.

¿Quién sos?, ¡qué no te vendan otra cosa!, solo vos lo sabes. Arma tu Pyme de la felicidad, sé feliz y sonreí.

 

 

*Docente Facultad de Psicología – Universidad Abierta Interamericana

Magister en Psicología