La esperanza
Esta vez, en la cátedra Francisco se habló de la esperanza, aquella debe ser como un “ancla segura en nuestra vida”.
El Dr. De Vincenzi en uno de sus paradigmas afirma: “Aquellos que se plantan temerosos y vacilantes frente al porvenir hacen de su futuro algo incierto. En cambio, aquellos que enfrentan con tesón y gallardía el desafío de ser artífices de su propio destino, desarrollan la capacidad de convertir un escollo en una oportunidad para rearmarse y avanzar en la dirección del sentido que han escogido para su vida (…) Conquistan el mundo aquellos que hacen que las cosas sucedan, que alcanzan sus metas y las transcienden”.
Y lo que reflexionábamos es que para que esto que sostiene el Dr. De Vincenzi sea posible, hace falta la esperanza, aquella que tan bien describía el Papa Francisco en Santa Marta: “La esperanza, aquella esperanza que no decepciona, que va más allá. La esperanza es el ancla: la hemos tirado y nosotros estamos aferrados a la cuerda, pero allí, andando allí. Esta es nuestra esperanza. (…) En la lucha de todos los días la esperanza es una virtud de horizontes, ¡no de clausura! Quizás sea la virtud que menos se comprende, pero es la más fuerte. La esperanza: vivir en la esperanza, vivir de la esperanza mirado siempre adelante con coraje”.
Quizás la única ancla que haya que usar sea ésa.