
Un mensaje de esperanza
Por Fabián Lavallén Ranea*
“Cristo ha resucitado! En este anuncio está contenido todo el sentido de nuestra existencia, que no está hecha para la muerte sino para la vida”, expresó el Papa Francisco en su último mensaje Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo). Jorge Mario Bergoglio, en su trabajo humilde y compasivo, transformó la Iglesia Católica, abriendo sus puertas para hacerla más cercana a millones de fieles.
“Pastor con olor a oveja” se convirtió en un faro de esperanza para millones de católicos, con un mensaje de misericordia y justicia, renovando la fe y la esperanza en tiempos turbulentos. Pero más allá de las fronteras religiosas, su voz resonó en todo el mundo, defendiendo a los más pobres y marginados, en un desafío a las injusticias ocasionadas por un sistema económico carente de un rostro humano. “Entre nuestras tareas, como testigos del amor de Cristo, está la de dar voz al clamor de los pobres", expresó y sentenció que "una economía que mata es una economía que pone el dinero por encima de las personas".
En su encíclica “Laudato Sí”, Francisco nos legó una visión ecológica - integrada, tanto económica, social y cultural-, como así también de la vida cotidiana y de la política. Es decir, que por un lado partiendo de una ecología económica, observó la necesidad de una economía sostenible, donde se cuestione el modelo que privilegia lo extractivo, y donde se promocione un proceso sostenido de inversión en los sectores estratégicos.
El mundo atraviesa una de las mayores crisis sociales de su historia reciente. Como toda crisis, no se circunscribe sólo a la dimensión económica, ya que cuando tambalea y se resquebraja un cuerpo social, se puede derivar en crisis existencial, anomia, incertidumbre y estrés. Es en este contexto que resulta imprescindible volver a las principales directrices que el Sumo Pontífice confirió para atravesar estos tiempos turbulentos, teniendo en cuenta los agravantes coyunturales, como son las transformaciones tecnológicas y las polarizaciones sociales, las cuales -de alguna manera- alimentan un nuevo individualismo del “sálvese quien pueda”, y cierto relativismo que se plantea en todos los ámbitos.
Las palabras de Francisco nos obligan, en medio de las tensiones que esta crisis genera, a realizar un esfuerzo permanente de “construcción de comunidad”, a contener las fuerzas centrífugas y destructivas, por intermedio de una atracción gravitatoria hacia la inclusión y lo colectivo. Es indispensable para mantener ese esfuerzo la revalorización de la política, tan necesaria para una propuesta de “ecología integral” como la que planteó el Papa hace ya algunos años.
Una ecología que no sólo sea ambiental y biológica, sino que también sea cultural y espiritual, vectores necesarios de un anclaje identitario, sin el cual se pierde y diluye nuestra ubicación geo-cultural. Se evapora nuestra raíz en un territorio, en la Patria, dejándonos a la deriva de la oceánida de fuerzas, mensajes, lenguajes, sentidos, que la globalización emite, poniendo en crisis el sentido de pertenencia, lo que, sumado a la crisis económica, ya pone en crisis todo el sentido de la vida.
El Sumo Pontífice nos propuso una “revalorización” de la política como hábito para solucionar los problemas globales, a partir de un compromiso colectivo, inclusivo, amplio, construido por todos, de manera participativa y abierta. Esto, se complementa con una perspectiva social y cultural, donde se cuide nuestros vínculos, el tejido social de la comunidad, sin desatender su cultura y su pasado.
En su encíclica "Fratelli Tutti", el Santo Padre vuelve a estas ideas y ejes de trabajo, que no sólo se nutren de sus documentos anteriores, sino que se complementan y encadenan con el pensamiento y los hechos que siempre acompañaron al Padre Bergoglio. Como siempre, a pesar de los fuertes y duros diagnósticos, nos deja un mensaje final de profunda esperanza, de confianza en que aún podemos ser los hacedores de nuestro destino y revertir el camino por el que vamos.
El Papa, en su obra y mensaje, puso siempre a la fraternidad y la amistad social como las herramientas idóneas para construir un mundo mejor, más justo y pacífico. Y es desde ese lugar que interpeló a la política y las instituciones, apuntando sobre la responsabilidad que nos compete a todos en la hermosa misión de construir un mundo más justo.
Mas allá de las cosmovisiones religiosas, ya que Francisco habla a la humanidad toda, es imprescindible incorporar sus palabras como parte de un diagnóstico, duro y doloroso, pero que nos permite mirarnos y aprender de los errores. Su testimonio de vida es un llamado a la solidaridad y la dignidad humana que inspirarán a las generaciones futuras a luchar por un mundo más justo y humano.
*Director de la Licenciatura en Ciencia Política y la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Doctor en Ciencia Política. Especialista en Sociología de la Cultura.