Vivir para servir
En la homilía de noviembre brindada en la Misa de la Capilla Papal en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante el año, el Papa Francisco, reflexionó sobre la vida y esto sirvió de puntapié inicial para hablar sobre nuestra misión y nuestros proyectos.
El Sumo Pontífice dirá: “Así es la vida: difunde luz solo si se consume, si se gasta en el servicio. El secreto de la vida es vivir para servir. El servicio es el billete que se debe presentar en la entrada de las bodas eternas. Lo que queda de la vida, ante el umbral de la eternidad, no es cuánto hemos ganado, sino cuánto hemos dado (cf. Mt 6,19-21; 1 Co 13,8). El sentido de la vida es dar respuesta a la propuesta de amor de Dios. Y la respuesta pasa a través del amor verdadero, del don de sí mismo, del servicio. Servir cuesta, porque significa gastarse, consumirse; pero, en nuestro ministerio, no sirve para vivir quien no vive para servir. Quien custodia demasiado la propia vida, la pierde”.
Y esto nos remite directamente a las reflexiones esgrimidas por el Dr. Edgardo De Vincenzi, en su libro “Hacia una reingeniería de la vida”; donde sostiene que: “Nuestros proyectos de vida nos pertenecen tanto como les pertenecen a aquellos que hemos involucrado en su conquista. Cuando nuestros proyectos adquieren autonomía y son apropiados por otros, debemos poder sentir la satisfacción de una meta conquistada y el logro de un peldaño que contribuye en el crecimiento de los demás. Aquellos que sienten frustración cuando otros se apropian de sus proyectos, aun habiendo cumplido sus objetivos, no han sabido crecer en el desarrollo de una personalidad formadora y apta para contribuir en la conquista del bien común”.
Tener en cuenta al otro en la vida es fundamental para poder realizarnos como personas. La mirada del otro es fundamental, además para el crecimiento tanto de uno mismo como para el ajeno. No debemos perder de vista el reconocimiento de la alteridad y eso sólo se da y se vive a través del servicio a los demás.