Pensar para transformar
Nota de opinión de la Lic. Marcela Blaufuks, graduada de la Universidad Abierta Interamericana
No hace mucho tiempo, estudiaba Licenciatura en Gestión de las Instituciones Educativas y hoy en las puertas de la Maestría en Tecnología Educativa releo a Brunner (2000) y me detengo en sus palabras, “en breve, durante los próximos 25 años surgirán escenarios que apenas podremos reconocer, como esas vistas de Magritte que de pronto muestran desde una ordinaria ventana de cada día, un horizonte inesperado, sorprendente.” Me reconozco en esa incertidumbre y comienzo a preguntarme sobre el hacer en las escuelas. Siguiendo al autor, la educación une el pasado con el futuro. En palabras de Freeman (1999), resume un legado y anticipa posibilidades. Entonces, ¿qué sucede cuando nos enfrentamos a un escenario tan dinámico? ¿La escuela enseña al niño, al joven para el mundo actual? Tengamos presente que esos niños trabajarán en un mundo que aún no conocemos y de ahí lo complejo de pensar nuestro rol.
Lejos de simplificar, intento ejercitar pensar redes de ideas que me permitan salir de las lógicas conocidas y poder crear escenarios posibles de ser vividos en las escuelas. Abrir nuevos caminos, permitir lo diverso como valor, salir de lo homogéneo y estandarizado, fomentar la creatividad, el trabajo compartido, la problematización. Preguntar cómo será el mundo, pensar en la aldea global, el acceso a las autopistas de la información, a internet, cómo será y en qué trabajaremos, cuánta gente estudiará o trabajará en forma remota, la digitalización de la vida cotidiana, las relaciones virtuales, el mercado del presente y del futuro y sus intenciones, la inteligencia artificial y su atravesamiento en todas las actividades humanas. Y por qué, con este escenario, no pensar que la educación se verá problematizada, cuestionada respecto a sus fundamentos y formas. Preguntar, creo, es abrir el espacio necesario para dudar, para revisar y así transformar las prácticas escolares acercándolas a las realidades diversas que nos proponen las sociedades actuales.
Es indudable que estamos frente a un cambio de época, supone, entonces pensar y accionar y ese, es el arte de ser docente. Nuestro poder es operar en escenarios diversos. Vivimos múltiples cambios pero nada tan dinámico como el actual. Este presente interpela nuestra formación y en esa problematización nos exige abandonar las barreras. Romper la individualidad y, en la grupalidad potenciar nuevas posibilidades. Crear espacios institucionales para pensar, modificar las rutinas, abrirnos al mundo, permitirnos aprender con nuestros niños y jóvenes. Liderar el cambio, entonces, lo entiendo como un compromiso con el rol profesional. Es generar vínculos. Vínculos con los conocimientos, con los nuevos modos de hacer y con las formas de relacionarnos. Supone animar y animarnos, dejando a un lado los estigmas, usando la tecnología, las nuevas formas de comunicación, habilitando al mundo para que se resignifique en las aulas. Supone incluir, construyendo un espacio común visibilizando así, una escuela abierta que aprende.
Tal vez la ventana de Magritte muestra lo sorprendente del desafío. Podemos verlo o ignorarlo. Adaptarnos o resistir. O podemos habilitar la pregunta para comprender y ser partícipes del cambio necesario.