Diseño que transforma: la historia de Florencia Meli y Belén Mendoza junto a Inclusión Solidaria Argentina
A veces, un trabajo práctico se convierte en mucho más que una entrega académica. Puede abrir puertas, generar vínculos nuevos y, sobre todo, demostrar cómo una profesión puede ponerse al servicio de los demás. Ese fue el caso de Florencia Meli y Belén Mendoza, graduadas de la Licenciatura en Diseño Gráfico de la Universidad Abierta Interamericana, quienes durante un año trabajaron codo a codo con la ONG Inclusión Solidaria Argentina (ISA), protagonizando una experiencia que marcó su formación y la vida comunitaria de la organización.
Lo que comenzó como un proyecto de cursada terminó convirtiéndose en un puente sólido entre la universidad y el tercer sector. Desde ISA lo describen sin rodeos: “Destacamos el compromiso y la dedicación de Belén y Florencia. Las consideramos parte de nuestra gran familia solidaria”.
Y basta conocer el recorrido para entender por qué. El vínculo nació en diciembre de 2024, cuando Florencia y Belén enviaron un correo presentándose y ofreciendo su trabajo final para colaborar ad honorem con una organización sin fines de lucro. “Elegimos a Inclusión Solidaria Argentina porque queríamos trabajar con una ONG que tuviera necesidades reales y un impacto concreto en la comunidad”, cuentan. Desde el primer momento sintieron que podían aportar desde el diseño y la comunicación, pero también aprender de una experiencia real de impacto social.
En enero de 2025 comenzaron las reuniones virtuales con ISA. Allí definieron objetivos del proyecto y, sin que nadie lo pidiera, se ofrecieron a trabajar también en la identidad visual de las redes. Diseñaron y animaron el logotipo que la ONG hoy utiliza como sello digital. “Con las animaciones quisimos reforzar su identidad y darle una estética más cuidada que acompañara su crecimiento”, explican.
El proceso no fue solo creativo: tuvo un primer desafío clave. Antes de empezar a diseñar, debían comprender la dinámica interna de la organización. “Antes de diseñar, necesitábamos entender cómo funcionaba la ONG para que lo que creáramos fuera claro y memorable”, recuerdan.
La relación creció rápidamente. En mayo, las diseñadoras acompañaron a ISA en la Feria del Día de las Buenas Acciones, su primer evento masivo. Ayudaron en la organización, hicieron observaciones para mejorar futuras participaciones y grabaron material que tuvo gran repercusión en redes.
Pero el momento que marcó un antes y un después fue en agosto, durante la celebración del Día de las Infancias en la sede de General Rodríguez. Allí vivieron la experiencia desde adentro: compartieron el almuerzo, la merienda, las actividades recreativas y la entrega de juguetes. “Esa jornada nos corrió de lo cotidiano. Entendimos que ninguna donación es insignificante. Un paquete de galletitas puede ser la merienda de un nene ese mismo día”, dice Florencia.
Fue un día en el que diseño y sensibilidad se encontraron cara a cara con la realidad social. “Trabajar con personas, escuchar sus historias y ver de cerca sus necesidades nos mostró que el diseño no es solo estética: es un puente que conecta y puede generar cambios reales”, reflexionan.
En noviembre, volvieron a acompañar a la organización en la ceremonia de los Premios Charis, y hoy continúan trabajando juntas en la campaña de #UnDíaParaDar, el mayor movimiento global de generosidad.
La ONG subraya que el trabajo con las diseñadoras motivó un cambio profundo: gracias a esta experiencia, tomaron contacto por primera vez con la Secretaría de Acción Comunitaria de la UAI, abriendo un camino de crecimiento institucional que continuará en 2026 con proyectos articulados con distintas cátedras de la Universidad.
Para Florencia y Belén ese reconocimiento fue movilizador: “Se siente su gratitud de una manera muy genuina. Nos hicieron sentir parte. Acompañamos sus alegrías y cada paso nuevo que logran”, comparten.
La satisfacción también vino al ver que su proyecto había trascendido los límites de una entrega académica. “Saber que nuestro trabajo fue un granito de arena para su crecimiento nos llena de orgullo”, resumen.
El trabajo en ISA les permitió poner en práctica conocimientos de diseño gráfico, comunicación y la perspectiva socioantropológica aprendida en la carrera. Pero también las obligó a adaptar técnicas a un contexto donde los recursos son limitados y las prioridades son urgentes.
“Una marca comercial comunica para vender. Una organización social comunica para poder ayudar”, reflexionan. Y allí el diseño no busca consumo, sino compromiso humano: donaciones, voluntariado, transparencia, construcción de confianza.
Belén y Florencia son contundentes con quienes están transitando la carrera: “El diseño puede transformar realidades. Participar en un proyecto social te permite ver el impacto real de lo que hacés. Te invita a pensar distinto e involucrarte”.
A nivel personal, definen esta experiencia como un aprendizaje profundo: “Nos deja gratitud, sensibilidad y la certeza de que siempre se puede aportar algo, por más pequeño que parezca”.
Y, sobre todo, una convicción: “El diseño, cuando se pone al servicio de otros, abre puertas, genera vínculos y crea oportunidades reales”.



