Del otro lado del océano
*Por Magalí Rocío Martínez
Nueve mil seiscientos cuarenta y cinco kilómetros. Hay exactamente nueve mil seiscientos cuarenta y cinco kilómetros que separan Sevilla de Rosario. Y si bien son muchos los que aseguran que la distancia garantiza claridad, en un contexto de crisis sanitaria global, claridad es lo que falta.
El miércoles 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud declaró al Covid-19 una pandemia. Al día siguiente el inicio de Twitter se había vuelto monotemático y los murmullos en la calle también. Madrid estaba comenzado a desbordarse, y si bien Andalucía vivía un microclima, la preocupación durante lo que sería mi última jornada previa al confinamiento ocupaba un asiento en el colectivo camino a la universidad e incluso en el salón de clase. Ese temor a lo desconocido que había experimentado a principio de febrero cuando llegué a Sevilla estaba de vuelta, pero esta vez los locales también lo sentían. Nadie sabía bien qué esperar de la mañana siguiente, pero sin duda ese desayuno fue un poco más amargo de lo que creíamos. Las dos semanas de encierro se multiplicaban como los casos de coronavirus alrededor del mundo y la virtualidad se convirtió en el único modo de estar presente.
Desde mi punto de vista, el periodismo es una profesión que amerita estar en sintonía con todo lo que nos rodea. Mi interés por conocer diferentes culturas yace en poder enriquecer mi perspectiva, tanto en lo profesional como en lo personal. Por eso mismo, desde mis primeros años como alumna en la Universidad Abierta Interamericana estuve interesada en la oportunidad que brindan de vivir otra realidad académica fuera de Argentina durante un cuatrimestre.
Siendo consciente del presente globalizado en el que nos encontramos ver más allá de nuestra frontera puede, no solo evitar que marginamos historias que merecen ser contadas, sino que también aportarnos conocimientos de docentes con otro bagaje cultural. Más allá de los cambios que sufrió mi experiencia a raíz de la pandemia, la exigencia y los contenidos a tratar no se vieron alterados. Incluso, considero que gracias a la modalidad online el contacto con los profesores fue más estrecho. La predisposición y calidez que mostraron con mis compañeros y conmigo, fue algo que en cada email intercambiado les agradecí. Supieron estar presentes en una situación sin precedentes, convirtiéndose en “tutores” lejos de casa.
Sin lugar a dudas, es una oportunidad que recomiendo. En cuanto a mi formación académica, enfrenté situaciones que me ayudaron a desafiar mis conocimientos previos y adquirir nuevos. La experiencia virtual hizo que mis trabajos se convirtieran en mi carta de presentación frente a profesores con los que solo había podido compartir un mes de modo presencial. Y en lo personal, hoy en día, puedo notar un gran crecimiento a la hora de tomar decisiones, mayor convicción en mis ideas y estrategias para administrar el tiempo eficazmente.
La situación que nos toca como sociedad nos obligó a alterar nuestros planes, pero a veces es lo que necesitamos para cambiar nuestra mirada. Como dijo el arquitecto Norman Foster: “La crisis te obliga a hacer más con menos. Algunos de los mejores proyectos surgen de las mayores dificultades”.
*Alumna de la Licenciatura en Periodismo – Sede Rosario