Del Prompt a la Praxis: El Doble Desafío de la IA y la Fragilidad Intelectual en Medicina

Observaciones desde el aula que nos obligan a transformar nuestro rol docente: de proveedores de contenido a arquitectos de la resiliencia.

 

Por Ariel Blajos*

En nuestras aulas están emergiendo dos patrones simultáneos que, juntos, configuran el desafío pedagógico más significativo de nuestra era. El primero es tecnológico: la inmensa mayoría de los estudiantes acude a las herramientas de Inteligencia Artificial antes de iniciar su propio proceso de reflexión. El segundo es metodológico y más profundo: una marcada aversión al debate y la huida ante el cuestionamiento socrático.

Estos fenómenos no son anécdotas aisladas; son síntomas de una necesidad urgente de transformación educativa. No estamos (solo) ante un problema de pereza o falta de ética de trabajo. Estamos ante un sistema que debemos ajustar.

 

El síntoma I: La pregunta antecede al pensamiento

El primer reflejo del estudiante frente a un problema ya no es analizarlo, sino formular un prompt. Esto es comprensible; es un "camino inducido" por un ecosistema tecnológico que prioriza la inmediatez y la eficiencia cognitiva. Si la herramienta elimina la fricción del "folio en blanco", es natural que la usen.

Esto invierte el paradigma educativo clásico. Si antes el modelo era "pienso, luego pregunto (si tengo dudas)", hoy es "pregunto a la IA, y si queda tiempo, pienso sobre la respuesta".

Prohibir estas herramientas es inútil y contraproducente. La pregunta rápida a la IA no es el problema; el problema es la ausencia de un procesamiento posterior. El verdadero desafío docente, por tanto, ya no es ser el principal proveedor de información. Nuestro rol debe evolucionar.

 

El síntoma II: La fuga del debate

El segundo síntoma es más alarmante. En un experimento reciente con alumnos de primer año, utilizando una IA programada como "Abogado del Diablo Socrático" para discutir dilemas éticos, los hallazgos fueron reveladores.

La buena noticia es que la brújula ética de los estudiantes está intacta; su instinto defiende la equidad y la dignidad del paciente. La mala noticia es el "patrón de la huida". Ante la primera o segunda repregunta que desafiaba su postura, un porcentaje masivo recurrió a la evasión sistemática, abandonando el debate.

 

El diagnóstico: No son ellos, es nuestro modelo

Estos dos síntomas convergen en un diagnóstico ineludible: no estamos frente a una falla de los estudiantes, sino ante un síntoma de nuestro propio sistema educativo.

Un sistema que, obsesionado con el paradigma de la "respuesta correcta", el examen multiple-choice y el castigo del error, ha atrofiado inadvertidamente la habilidad más crucial de un profesional de la salud: la resiliencia intelectual.

Formamos alumnos que tienen pánico a no saber, que perciben el cuestionamiento como un ataque y que prefieren huir a tener que sostener un argumento bajo presión. Les hemos enseñado a buscar la certeza de la respuesta fáctica en un mundo que solo les presentará dilemas de final abierto.

 

La oportunidad: De la certeza a la complejidad

Este diagnóstico no es un obituario de la educación médica, sino una convocatoria urgente a la transformación. La IA nos ha liberado de la tiranía de la memorización fáctica y nos obliga a centrarnos en lo que es verdaderamente humano e irremplazable.

Debemos asumir nuevos roles con decisión:

Ser entrenadores metacognitivos: Nuestro trabajo es enseñar a pensar sobre la respuesta de la IA. Debemos entrenar a los estudiantes para que traten la respuesta de la máquina como el borrador inicial, no como el producto final. El pensamiento crítico empieza donde termina el output de la IA.

Ser curadores de la complejidad: La IA es excelente para lo fáctico, pero débil en la ambigüedad. Debemos mover nuestra evaluación del "qué sabes" (que la IA puede contestar) al "cómo aplicas esto en un contexto incierto y real" (que la IA no puede hacer sola).

Ser arquitectos del disenso: Debemos crear un entorno pedagógico donde el disenso sea una herramienta, la duda una competencia y el debate el verdadero campo de entrenamiento. Nuestros métodos de evaluación no deben castigar la exploración; deben premiarla.

El desafío para nosotros, los docentes y gestores, no es llenar a los estudiantes de más contenido. Es crear la fortaleza intelectual para que toleren la complejidad del mundo real.

La pregunta fundamental que debemos hacernos en cada reunión de cátedra ya no es si nuestros alumnos usan IA. La pregunta es: si formamos profesionales que no pueden tolerar un debate, ¿cómo podrán tolerar la incertidumbre de tener una vida en sus manos?

* Especialista en Medicina General y Familiar. Docente. Coordinador de Extensión y Graduados de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).