El porno NO educa
Nota de opinión de Valeria Del Coco. Médica (MN116627). Doctora en Medicina. Sexóloga Clínica y Terapeuta Sexual. Responsable de la Materia “Medicina de la Sexualidad” en la Universidad Abierta Interamericana. Docente de Educación Sexual Nivel Secundario.
Si el porno educara:
Sabrías que no hay forma, tamaño o color ideal de genitales.
No existirían las categorías que nos etiquetan y dividen como si fuéramos productos de catálogo.
Te enseñaría a usar siempre preservativo, durante todo el acto sexual, para evitar infecciones de transmisión sexual y embarazo.
El squirting no se hubiese puesto de moda y no existirían personas obsesionadas para que suceda.
Sabrías que antes y durante la penetración, hay que estimular la parte externa del clítoris para sentir más placer y llegar al orgasmo.
También entenderías que no siempre hay orgasmo, que gritar no es sinónimo de placer; que fingir está de más.
Hubieras aprendido que el acto sexual no siempre termina en coito. Que los besos, caricias y abrazos, aunque no haya penetración, también son una forma de vincularnos sexualmente.
Sabrías que todo es mejor con una buena previa.
Que hay un post cargado de emociones y pensamientos de variada intensidad.
Entenderías que el erotismo y las fantasías son más importantes que lo explícito.
Sabrías que la erección no tiene que ser máxima; que a lo largo del acto sexual, se puede perder por cansancio, presión, distracción, aún sintiendo atracción por la otra persona.
Tendrías clarísimo que si estás muy excitado o incluso ansioso, podés perder el control de la eyaculación.
Existiría en vos la plena consciencia de que en la relación sexual hay una comunicación más allá de lo que se vea o diga, a través de la percepción.
Nunca dudarías de que siempre debe haber consentimiento.
Comprenderías perfectamente que no siempre estamos predispuestos a tener relaciones sexuales. Que a veces no hay ganas.
Pero el porno, no educa.
NO es educación sexual. No es su función.
Al menos de la manera en la que hoy en día es planteado, recorta, banaliza y simplifica la sexualidad.
Es cine; es fotografía.
Puede dar ideas, pero no deja de ser ficción. Tomarlo en serio sería pretender vivir como nos muestran en las comedias románticas de Hollywood.
Ver pornografía en exceso puede conducir a frustraciones, baja autoestima, temores, dificultades para conectar con las personas, con las emociones (propias y ajenas) y recorta la capacidad de jugar con la propia creatividad para fantasear.
El porno ha sido el medio a través del cual muchas generaciones creyeron ser educadas.
Hoy en día, después de muchos años, podemos celebrar una educación sexual real.
Sin filtros.
Sin cámaras.
Sin casting.