La maquinaria humana es increíble

“Las materias que siempre disfruté durante la primaria y la secundaria fueron las ciencias naturales. No me cabían dudas que los seres vivos somos extraordinarios y quería saber mucho más acerca de cómo funcionaba nuestro cuerpo. Por esta razón ingresé a Medicina, me encanta conocer cómo se desarrolla la maquinaria humana. Es simplemente increíble”, confiesa Catalina Pizarro, alumna de la Sede Rosario que se encuentra transitando el tramo final de la carrera para convertirse en una profesional médica.

El camino de Catalina por la UAI comienza en 2015, tras culminar sus estudios secundarios en el Colegio Cristo Rey. Con un destacado promedio académico califica su experiencia universitaria como “muy buena”. “Me dejó muchos buenos amigos que desde primer año hasta hoy seguimos viéndonos y pasando buenos momentos. Las comisiones también siempre se sintieron unidas, nunca me sentí fuera de lugar. No somos muchos, por este motivo también es fácil acercarnos a la mayoría de los docentes y directivos para conocerlos y que nos conozcan a nosotros”, afirma.

El inicio de la pandemia supuso un cambio drástico en la cursada, inevitable para dar continuidad al proceso de aprendizaje. Catalina confiesa: “Pensé que iba a durar un mes y medio como mucho, como fue en el 2009. Pero cuanto más se fue extendiendo más incertidumbre tenía al no saber cuándo volvíamos. Estamos a un paso de recibirnos. Para ser sincera todavía conservo un poco de esa incertidumbre, pero al menos se redujo al saber que no podía hacer nada para cambiar la situación y que lo único que nos toca es esperar mientras continuamos con nuestras clases teóricas por Zoom, donde los profesores le ponen todas las ganas”. A la inquietud generada por el contexto se suma a que Catalina, al igual que muchos alumnos, se encuentran en el último año de formación realizando la Práctica Final Obligatoria, donde el 90% de las clases son prácticas, con la imposibilidad de asistir a los distintos efectores, a raíz de las medidas de precaución para resguardar la salud de los estudiantes y los pacientes. “Agradezco que los profesores nos den su tiempo libre para programar Zooms con nosotros y charlar sobre temas teóricos, lo pienso como algo positivo. Nos mantienen activos”, sostiene.

Para finalizar con la carrera, los estudiantes deben elaborar una trabajo final de investigación, donde abordan diferentes temáticas desarrolladas a lo largo de la cursada y observan su propia experiencia en el campo. “Me divertí mucho haciendo mi trabajo, donde relaciono el síndrome de Burnout (trastorno consecuencia de un estrés laboral crónico) con la percepción de la pandemia por Covid-19 en los profesionales de la salud, viendo si los datos que recabé encajaban en mi hipótesis. Destaco que empezamos con la investigación tempranamente y es algo que nos beneficia para poder seguir haciéndolo a largo de toda la carrera, para presentar en revistas y congresos por ejemplo”.

La inquietud por el conocimiento científico la llevó a iniciar una ayudantía de cátedra en Microbiología y Epidemiología. “Lo hice más que nada por curiosidad, sabía que suma mucho en mi currículum”, asegura y completa: “Aunque inició así, hoy puedo decir que me gusta bastante realizar esta actividad y que sobretodo en estos tiempos me mantiene ocupada. Nos da un vistazo acerca de lo que es la docencia y nos sirve para saber si queremos serlo el día de mañana. No me arrepiento de mi decisión”.

Al acercarse a la recta final de la carrera la elección de una especialidad es un nuevo desafío para asumir, adentrarse a un conjunto de conocimientos médicos relativos a un área específica del cuerpo humano, a técnicas quirúrgicas puntuales o a un método diagnóstico determinado. “Hoy me inclino hacia Clínica, para luego hacer la subespecialidad de Infectología”, explica Catalina, aunque reconoce que el camino es largo y puede surgir otra subespecialidad que la atraiga. El futuro llegó, hace rato.