Graduada UAI vive en Arabia Saudita: "Si te quedás con lo que leés en Google no te atrevés a venir"
Fabiana Mussa se graduó en 2015 de Licenciada en Fisioterapia en Venezuela, pero como tantos otros de sus compatriotas debió emigrar a la Argentina por la crisis social y política de su país. Aquí llegó con la visión de hacer un posgrado, pero también se vio obligada a cursar varias materias de la licenciatura, ya que su título no estaba aceptado en el país.
Así, estudió dos años de la licenciatura en Kinesiología y Fisiatría y, al mismo tiempo, cursó el posgrado en Kinesiología Deportiva en la Universidad Abierta Interamericana. Ya graduada, por probar suerte disparó su curriculum para trabajar en Medio Oriente, y ya lleva un año en Arabia Saudita, asentada en la ciudad de Al Khobar.
Llegó a aquel lejano país gracias a una publicación en Instagram de una profesora suya de Venezuela, en la que buscaban profesionales. "Mandé mi CV para ver cuánta plata estaba perdiendo", bromeó. Esperó un mes sin respuestas para volver a enviar un mensaje. Fue allí que le contestaron.
"Me dijeron que los disculpara porque estaban en el mes del Ramadan, un mes sagrado, y que por eso se habían retrasado. Como a la semana me mandaron un mail con la propuesta de trabajo y yo no lo podía creer", detalla.
Fabiana confiesa que, en un principio, el posgrado no le había cerrado del todo, porque creía que cierta información era muy específica y que no la iba a poder aplicar nunca en su vida profesional. Pero ese pensamiento dio un giro de 360° cuando empezó a ejercer.
"Ahorita agradezco todos los días haber hecho el postgrado de Kinesiología Deportiva. Le estoy sacando el provecho, porque acá en Arabia tengo todas las herramientas y estoy trabajando en el hospital más famoso, más lujoso y más tecnológico de la zona. Entonces, para mí, haber tenido la base de todo lo que me dieron en el posgrado ha sido increíble, porque me he podido destacar entre los otros", asegura.
- ¿Cómo es que un hospital de Arabia Saudita busca profesionales de Latinoamérica?
- Te cuento específicamente la parte de los venezolanos. Cuando llegó Hugo Chávez al poder (en Venezuela) hubo una crisis económica creada por ellos mismos al despedir de la industria petrolera a muchos profesionales súper calificados. Todo esto fue por un tema político. Entonces, esas personas quedaron colgadas y Arabia aprovechó su experiencia. No quiero alardear de mi país, pero la educación es excelente. Estas personas vinieron para acá con muy buenos sueldos y empezaron a dar a conocer el nivel. Abrieron las puestas a las demás especialidades. Me imagino que también ocurre lo mismo con los buenos profesionales que somos en Sudamérica en general.
- ¿Te tentó la propuesta para ir allá?
- Cuando vi lo que me ofrecían no lo podía creer. En ese momento le dije a mi novio, ahora mi esposo, lo que me estaba pasando. Allí comenzaron los planes de casamiento, porque este es un país musulmán y es muy tradicional, no existe el concubinato. El plan era venir con él, que es ingeniero mecánico. Está desde hace un mes y pico aquí, aún no ha encontrado trabajo pero sé que va a triunfar y es súper preparado.
- Lo poco que se sabe de Arabia, desde aquí en Occidente, es que hay muchas restricciones, sobre todo para mujeres. ¿Es tan así?
- Al principio estaba un poco asustada, porque si te quedás con lo que leés en Google no te atrevés a venir. Yo soy bastante guerrera igualmente... y lo tomo como reto. Pero lo que uno lee sobre el país en Google es horrible. Yo lo que hice fue buscar por Instagram a personas que vivían acá, sobre todo venezolanas, con quienes podía comunicarme mejor. Les preguntaba cómo es la vida en realidad y me comentaron que sí había restricciones, pero también me contaban la parte positiva del país, que no lo pude leer en Internet.
Fabiana Mussa en el hospital de la ciudad de Al Khobar, Arabia Saudita.
- Imagino que lo bueno tiene que ver con la seguridad...
- Esa es una de las primeras cosas. No solamente para la mujer, sino que el ciudadano normal está seguro. Aquí no hay miedo de que te roben, de que te asalten y podés caminar por al calle tranquila. Pero lo que más me gusta ese calor humano de mis pacientes. Yo le digo a mi esposo que estoy demasiado feliz porque a pesar de las diferencias culturales somos tan parecidos que es muy lindo sentir ese amor, ese agradecimiento del paciente. Nos podemos comunicar a pesar de la barrera del lenguaje. El abrazo es un abrazo universal, el agradecimiento es con los ojos, con las manos. Una cosa increíble.
- Hay algunas aperturas, como que ahora las mujeres ahora pueden manejar, pero no parece algo cómodo para ser mujer. ¿Te obligan a taparte el pelo o por ser extranjera no?
- Gracias a Dios vine en un momento muy positivo, porque el país está cambiando mucho y se está abriendo. Igualmente, siguen habiendo restricciones para las mujeres. De taparse o no depende de las familias y de lo tradicional que sean, pero por ley las mujeres extranjeras no se tienen que tapar. Yo no me tapo. Hace dos semanas una paciente me regaló una abaya, el traje negro que usan para taparse, y en todo este tiempo no tuve esa necesidad. También por mi personalidad, porque si me ven no me importa, simplemente ignoro y sigo. He sentido que con la abaya, que la usé una semana, y sumado a que mis facciones son bastante árabes y mi familia tiene raíces libanesas, medio como que confundo, no saben descifrar de dónde soy. Pero cuando la usé me sentí cómoda y cuando no la usé también.
- ¿Cómo te arreglás con el idioma?
- En Venezuela tuve un muy buen nivel de inglés en mi colegio y eso me abrió las puertas. También porque viví un tiempo en los Estados Unidos y lo pude aprender mucho mejor. Acá, supuestamente, yo iba a tener un traductor o el 90% de los pacientes iban a hablar inglés. La realidad es que no es tan así. La mayoría sí habla inglés, pero hay muchísimas viejitas que no y tienen todo el derecho de reclamar de por qué no les hablo en su idioma. Por respeto yo estoy abierta a aprender árabe. Hasta ahora tengo un nivel como para poder comunicarme con el paciente. Sin embargo no es suficiente. Pero como tengo tantas cosas para estar pendiente, no busqué el tiempo para sentarme a aprender el idioma. Además, ahorita estoy en comunicación con el hospital porque deberían brindarme esa facilidad: tener un traductor o pagarme las clases.
- ¿Cómo es el movimiento diario en la ciudad?
- Una de las cosas que me afectó mucho es que en Buenos Aires yo era feliz porque no necesitaba el auto. En Caracas, en la zona donde yo vivía, necesitaba el auto para todo y el transporte no es tan bueno. Acá veo que es muy parecido a Venezuela en esa parte. Obviamente, país petrolero como lo fue el mío, hay un derroche de dinero y todavía esa concepción de transporte público, de menos contaminación, no está bien instaurada en la gente. La ciudad donde estoy viviendo no es tan "caminable".
- Me parece que no hay alcohol en Arabia. ¿Cómo te afecta?
- Acá no se puede comer cerdo ni tomar alcohol. Son cosas con las cuales puedo sobrevivir. Sin embargo, acá todo el mundo hace su alcohol y todos los días tomo de mis amigos extranjeros. La mayoría de ellos europeos que hacen su propio vino. Además, la ciudad donde vivo está justo en frente a otro país que es Baréin, que es totalmente abierto. Es, literalmente, cruzar un puente y tener un fin de semana totalmente normal, entre comillas.