Por una nueva pedagogía
La pandemia provocada por el coronavirus ha impactado en todas las dimensiones de las actividades humanas. Particularmente el ámbito educativo se vio afectado por las medidas de aislamiento y la necesidad de sostener la continuidad pedagógica, garantizando los saberes prioritarios y las capacidades que preparen a los jóvenes para el desarrollo personal, social, cultural, laboral y productivo. El diario La Capital de Rosario se hizo eco de las palabras del Rector Emérito, Dr. Edgardo De Vincenzi, constituyendo una reflexión ineludible para analizar la coyuntura y prepararse para el futuro.
Dr. Edgardo N. De Vincenzi* Rector Emérito de la Universidad Abierta Interamericana (UAI)
El mundo se halla ante un escenario inédito donde un virus puso en jaque la inercia en la que se movían las sociedades. La pandemia ocasionada por el COVID-19 y las consiguientes medidas de aislamiento y distanciamiento social, nos enfrentó cara a cara con la necesidad imperiosa de mantener la continuidad pedagógica que necesitaban nuestros alumnos ante la ausencia de presencialidad en los establecimientos educativos.
Desde ya que no es una tarea fácil, dado que la existencia de diversas realidades institucionales y familiares exhiben obstáculos, a veces imposibles de sortear, como la presencia de una dispositivo desde el cual sostener el vínculo pedagógico o la posibilidad de contar con una conectividad adecuada. Sin embargo, podemos decir que no hemos sido meros espectadores de este escenario adverso, ya que la capacidad de resiliencia de docentes, equipos de gestión y todos los actores sociales de la educación ha permitido continuar, aun con estas dificultades, por el camino del aprendizaje.
Esta capacidad de transformar la adversidad en oportunidad, debería ser el puntapié inicial para propiciar un proceso de reflexión y discusión sobre los cambios necesarios para garantizar los saberes prioritarios y las capacidades que preparen a los jóvenes para el desarrollo personal, social, cultural, laboral y productivo. En el actual contexto se trata de desalentar la deserción escolar y articular con las escuelas, los requerimientos del mercado laboral. Ya no se debe priorizar la inteligencia emocional, como objetivo profesional del ser humano; sino la pasión inteligente, aquellos sentimientos, emociones y pasiones que desarrollan la autoestima, la voluntad, el sacrificio, la creatividad y la perseverancia, que permita la evolución permanente de los resultados en los roles, en los vínculos personales y sociales del ciudadano del mundo.
Educar es asegurar el saber aprender a aprender, a emprender e innovar, en tiempo y forma, a lo largo de toda la vida. El proceso por el cual se construye un aprendizaje es justamente adverso a lo que se cree desde los modelos mecanicistas, repetitivos. Se necesita una didáctica que permita al alumno participar de una dialógica con sus pares y docentes, teniendo conciencia de lo que debe aprender en cada etapa de la vida, con capacidad para crear y reflexionar con autonomía, libertad de pensamiento, y responsabilidad.
En la etapa escolar se asegura la capacidad de lectoescritura y la resolución de problemas matemáticos, pero se desatiende la formación del ser humano que implica la ética y la creatividad. En décadas anteriores el docente era sinónimo de enciclopedia, pero hoy los recursos tecnológicos disponibles ya aseguran el acceso a la información. Lo que la información no puede lograr es la aplicación de este conocimiento a la formación de personas creativas preparadas para la vida.
Educar no es solo instruir. Se requiere de nuevas estrategias pedagogías y didácticas que enseñen a penar y a crear, que favorezcan el desarrollo de competencias personales y sociales, la conformación de un juicio crítico, que nunca se alcanza un objetivo final, sino el umbral de otro superior. Uno dice lo que sueña, lo que piensa y lo que sabe; pero enseña lo que es y lo que hace.