Reconstruir la vida tras una lesión medular

En una nota publicada en el diario La Capital, la médica fisiatra e investigadora de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), Melina Longoni, ofrece una profunda reflexión sobre el proceso de reconstrucción de la vida luego de una lesión medular. Desde su experiencia clínica y académica, propone una mirada integral que va más allá del abordaje médico tradicional, poniendo el foco en la rehabilitación como un camino de renuevo personal, familiar y social.

“La parálisis tras un accidente es quizás la cara más visible de las lesiones medulares, pero su impacto va mucho más allá de lo que se ve a simple vista”, explica Longoni, interpelando tanto a profesionales de la salud como a los pacientes y sus familias.

La especialista describe cómo situaciones cotidianas (una curva tomada a alta velocidad, una caída desde un andamio o incluso un golpe mientras se nada) pueden transformar radicalmente la vida de una persona. Los accidentes de tránsito, las prácticas deportivas y los actos de violencia son las principales causas de lesión medular, aunque también pueden derivarse de enfermedades como tumores o infecciones.

En su artículo, Longoni explica que la médula espinal funciona como un “cable” que conecta el cerebro con el resto del cuerpo, transmitiendo información sobre movilidad, sensibilidad y funciones internas. Cuando ese “cable” se daña, las consecuencias pueden ser devastadoras: pérdida de movimiento, sensibilidad, control de órganos como la vejiga o el intestino, y afectaciones en la función sexual.

“Cuando una persona tiene una lesión medular, lo que todo el mundo ve es la falta de movilidad de los brazos y/o de las piernas, pero la afectación va más allá”, advierte Longoni. “También se afecta el funcionamiento de los órganos internos, como la movilidad del intestino, la vejiga, el corazón y pulmones e incluso la función sexual”, relata

La médica destaca que el proceso de rehabilitación comienza una vez que el paciente ha sido estabilizado clínicamente. Es entonces cuando se inicia un tratamiento integral que busca no solo recuperar funciones físicas, sino también facilitar la reinserción social y laboral. “La emergencia es solo el inicio”, afirma Longoni, y agrega que “el verdadero desafío comienza después, cuando el paciente y su entorno deben aprender a convivir con una nueva realidad”.

“La rehabilitación no es solo física, sino también emocional, social y hasta espiritual”, sostiene Longoni, subrayando la importancia de los equipos interdisciplinarios que acompañan al paciente: médicos, kinesiólogos, psicólogos, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales.

Más allá de las secuelas físicas, Longoni pone el foco en las barreras invisibles que enfrentan las personas con discapacidad: los prejuicios. “En muchos casos, la sociedad desconoce que las personas con estas lesiones pueden ser madres o padres, tener vida sexual activa y desarrollar una amplia gama de actividades”, señala. La desinformación, incluso dentro del sistema de salud, es uno de los grandes enemigos de la inclusión. “La inclusión no se logra solo con rampas o accesos, sino con una transformación cultural que reconozca la diversidad funcional como parte de la sociedad”, afirma Longoni.

En su artículo, la investigadora también se refiere al futuro de la medicina en este campo. Aunque la regeneración de la médula espinal sigue siendo un reto sin solución definitiva, la ciencia avanza con pasos firmes. “Cada avance suma un eslabón vital hacia la recuperación funcional y la esperanza para estas personas”, advierte.

“La discapacidad puede ser una forma creativa de vivir”, asegura Longoni, y concluye: “Nos demuestra la gran capacidad de resiliencia que tenemos los seres humanos, que no existen retos imposibles si somos capaces de transformar la discapacidad en posibilidad”.

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