Un proyecto de arquitecta

“Desde chica recuerdo que me gustaba mucho armas cosas, hacer manualidades, pintar. Siempre estaba construyendo algo. Mi papa fue alguien que siempre me acompaño, él es maestro mayor de obras y muchas veces lo veía dibujando en su tablero gigante a mano, me llamaba mucho la atención, y quería dibujar como él. El crear, hacer, investigar, armar, resolver y demás, me encanta”, confiesa Magalí Gomensoro, alumna de la carrera de Arquitectura de la Sede Rosario. 

Magalí está transitando su cuarto año académico al tiempo que trabaja como maestro mayor de obras independiente, realizando diferentes trabajos a pedido de sus clientes. Anteproyectos, obras nuevas, regularizaciones, armado de expedientes, presentación de legados y trámites municipales integran el menú de tareas que desarrolla a diario. Confiesa su predilección por la representación arquitectónica, el diseño de interior, la investigación proyectual y la investigación tecnológico-sustentable. “Creo que son ramas que pueden relacionarse entre sí y trabajar colaborativamente. También son temas que me gustaría seguir profundizando y utilizarlos en un futuro para mis trabajos y proyectos”, explica.

El futuro inmediato lo imagina inmersa en las actividades de un estudio de arquitectura, con el fin de experimentar su ecosistema y continuar aprendiendo como eslabón para la adquisición de mayor experiencia y poder conformar su propio estudio. “Creo que con la arquitectura tenemos la posibilidad de cambiar a la sociedad, mejorando la cultura, brindando equidad e interacción entre las personas. También es una herramienta que permite solucionar los problemas o carencias que se tengan, generando respuestas que puedan adaptarse a lo largo del tiempo”, sostiene y resalta que la pandemia, como fenómeno mundial, modificó comportamientos y costumbres que exigen a la arquitectura adaptarse a los nuevos modos de habitar, trabajar, estudiar y relacionarse con otros.

Magalí inició su camino en la UAI a partir de 2018 interesada en el plan de estudios, la diagramación horaria de las asignaturas, la cantidad de alumnos por curso y el contacto estrecho con los docentes. “Más allá de que la carrera me permite adquirir ciertos conocimientos, creo que lo más importante es que me ayuda a abrir mi mente y expandir la idea que originalmente tenia de la arquitectura”, afirma y confiesa que, a medida que pasan los años, observa “cómo se van abriendo distintas puntas”.  “Son puntas que el día de mañana puedo seguir investigando y adquiriendo nuevos conocimientos. Si uno quiere, puede estudiar toda la vida, incluso con el título en la mano”, sentencia.