"Lo vivido se hace parte de nosotros"
Por Karen Evelyn Weisheim*
En 2018, la tarde del primer miércoles de abril, me encontraba sentada en la Plaza del Aguaribay (Rosario) con documentos en una mano y un celular que advertía su falta de energía en la otra. Había pasado cientos de veces caminando por allí, pero era la primera vez que me detenía; recuerdo ver el mural, sin mirar, mientras pensaba si hacer las cuadras que me faltaban... Cuadras que en mi mente representaban cinco cuatrimestres de estudio. Tras un llamado y unos cuantos suspiros finalmente las transite; y mientras mis, aún desconocidos, compañeros se encontraban en sus hogares contando de su primer día de clase yo me matriculaba para unirme a ellos.
No mentiré, al siguiente día en clase de Informática me pregunté: ¡¿Qué había hecho?!, pero con el paso de los días me encontré en un lugar y grupo del que siempre agradeceré haber sido parte. Hay momentos que creo que estarán en el recuerdo de todos por siempre, cómo olvidar ese primer debate en comunicación con una frase que pasó a la historia o aquel momento donde un parcial paso a segundo plano por la preocupación por un compañero y la indignación porque la atención medica nunca llega tan rápido como uno quiere; cómo olvidar el “revoleo” de ojos y algún que otro enojo de los profes por las llegadas tarde o las miradas inoportunas al celular. Cómo olvidar los “¿qué te preguntó?” a coro al salir de un examen, o los “¿vos te escuchas?”; cómo olvidar el simulacro de subasta o el de constatación; cómo olvidar los minutos interminables en el pasillo antes de cada final o que el décimo piso fue por semanas sede de estudio de Reales; cómo olvidar los silencios tras un “me bocharon” o que compartimos risas, complicidad y algún apunte.
En noviembre de 2019 nos despedimos en una terraza sabiendo que nos quedaba un cuatrimestre por transitar juntos, algunos volvimos a encontrarnos en marzo entre mesas de exámenes con nervios y repasos de última hora. Al terminar los finales nos topamos con la cuarentena y la ilusión de volver pero, más pronto que tarde, el paso de los días y de las fases nos convenció que la virtualidad llegaba para quedarse. Este nuevo espacio áulico, donde los limites se desdibujaban, nos quitó algunos compañeros y nos sumó la “participación estelar” de alguna que otra mascota.
Con varios grupos de WhatsApp, un sinfín de reuniones por Zoom, Skype y BB Collaborate, cientos de emails y algún que otro problema técnico llegamos a la última clase que no fue lo que teníamos planeado, pero traspasó nuestras pantallas una vez más. Sabíamos que esa zona de pertenencia había llegado a su fin, que empezaba el cierre de una etapa; me despedí del cursado con un mensaje que decía: “Un placer haber coincidido (…) aprendí mucho con y de ustedes (…)”, y me emocione con las despedidas de mis compañeros que, por supuesto, terminamos con risas y la promesa de celebrar cuando nos habiliten.
Ahora, solo nos quedaban los finales, todos sabíamos que materias rendíamos y con quienes coincidíamos en cada mesa. Llegaron las horas de estudio y café (que esta vez no era del bar), intercambios de dudas, especulaciones a deshoras en los grupos y video-llamadas para no echar tanto de menos “el pasillo”. Aún tengo en mi agenda marcados los finales que rendiría en esas dos semanas, y digo rendiría porque un mensaje que decía: “Tengo ganas de hacer todo la primer semana estoy loca pero bueno”, cambio los planes y así como empecé de un día para el otro también termine de una semana para otra.
Hoy, a dos meses de mi último examen el grupo de la facultad sigue sonando aunque con mucha menos frecuencia. Es un grupo heterogéneo en todos los sentidos, están los de siempre, los que descubrieron que su camino iba en otra dirección y los que sumaron a mitad del recorrido; los que hace un año compartieron la felicidad de ser graduado, los que rendimos nuestro último final virtualmente, los que preparan sus últimos finales y los que cursan materias pendientes. Pero sin duda ¡hay personas que llegan cuando tiene que llegar y así también se van!
Cuando uno comienza una carrera lo hace pensando en muchas cosas, pero rara vez considera que se va a unir a un grupo polifacético. Hoy puedo decir que esa unión de personas fue ¡lo mejor de mi paso por Martillero! Si, aprehendí una variedad de contenidos; si, descubrí el gusto por el derecho; si, me reencontré con mi amor por la lectura… pero puedo decir sin dudar que lo que nos mantuvo a varios en el camino fueron los vínculos que creamos entre compañeros y con los docentes.
Mi paso por la UAI empezó y terminó en un abrir y cerrar de ojo, o quizás fueron cinco; ¡el tiempo puede ser muy fugaz!, pero lo vivido se hace parte de nosotros y nos llevamos historias, emociones, personas que estarán siempre en nosotros.
*Graduada de la carrera de Martillero Público, Corredor y Administrador de Consorcio