La nueva longevidad: Atención integral del adulo mayor
“En estos últimos años este se ha observado un aumento significativo en la demanda de atención en salud mental en la población mayor. Este fenómeno se ve en la necesidad de tener una respuesta concreta y en diversos cuadros psicopatológicos que aparecen en esta etapa de la vida”, aseguró el doctor Ariel Blajos, coordinador de Extensión de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), al dar inicio al webinar internacional: “Desafíos de la nueva longevidad”, organizado por la UAI con el apoyo de la Asociación Española de Psicogerontología y la revista Geriatricarea
“Los cuadros pueden ser abordados de diferentes maneras y también las herramientas que se buscan para ello necesitan tener actualizaciones y diferentes procesos de renovación. Desde la psicología se pueden aportar recursos para prevenir la dependencia, promover la autonomía personal, y también mejorar el bienestar y la satisfacción con la vida”, manifestó
Demandas y desafíos psicológicos
La primera disertante, la psicóloga sanitaria Carina Cinalli (experta en psicogerontología y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Gerontología) se adentró en las características de la nueva longevidad, los motivos de consulta más frecuentes en el área de la psicología, los modelos de abordaje más eficaces, así como los retos y oportunidades que se presentan a los profesionales de la salud
“La nueva longevidad es un escenario inédito en el campo de la geriatría y la gerontología, la esperanza de vida va en aumento, igual que la población mayor. Estamos ante un crecimiento de las personas centenarias, con todo lo que esta transformación demográfica implica”, reveló añadiendo: “Todos queremos vivir más años, pero con calidad de vida, con la posibilidad de vivir ligado a un proyecto de vida con sentido”.
En su intervención enmarcó esta nueva longevidad dentro de un contexto sociocultural en el que exalta la juventud, la belleza y el bienestar, asociado con la inmediatez y la poca tolerancia a la frustración y al sufrimiento, en la que el soporte relacional se va debilitando o desapareciendo.
Caracterizó a la vejez como una etapa de crecimiento y desarrollo personal donde se producen cambios, muchos de ellos vinculados a pérdida a las que definió como “disrupciones biográficas”, una experiencia en la que la estructura de la vida cotidiana y los pilares que la sostenían se perturban, así como el horizonte de continuidad en el que se sostiene la identidad de las personas.
“En esta etapa surge espontáneamente la necesidad de realizar un balance existencial y elaborar un proyecto de vida para transitar 20 o 30 años. Una persona en esta etapa de la vida hace frente a eventos vinculados a cambios físicos, cognitivos y emocionales”, detalló. Estos cambios están asociados, por ejemplo, a la aparición de dolores crónicos, la jubilación, la pérdida de seres queridos, los cambios de residencia o la aparición de nuevos roles, como el de cuidador de otro adulto mayor.
También contó que, en su faceta profesional, recibe una mayor cantidad de consultas psicológicas de personas con el fin de transitar con mayor bienestar esta etapa de la vida. Las inquietudes más frecuentes se dan por trastornos (depresión y ansiedad son los más comunes), la pérdida de la memoria que puede ser indicativo de un proceso de deterioro cognitivo que progrese a la demencia, y preocupaciones existenciales que tienen que ver con el sentido de vida o con el final de esta.
“Las necesidades existenciales son importantes trabajarlas y debemos tener herramientas para afrontar eventos vitales como la soledad, el duelo, el dolor crónico, la toma de decisiones”, advirtió y presentó dos modelos psicológicos parar realizar su abordaje, la psicología contextual y la logoterapia. Esta última, la caracterizó como “una intervención centrada en encontrar, conectarse o recuperar ese sentido de la vida, para que levantarme todos los días”, mientras que la terapia de la aceptación y el compromiso se centra en valores que orientar la vida en relación con lo que es importante para cada persona.
Los estudios mostrados por Cinalli corroboran que estos modelos tienen un efecto directo en la reducción de la sobrecarga en cuidadores, la disminución en los síntomas de ansiedad y depresión, y generan una respuesta positiva en el afrontamiento del dolor crónico. La especialista concluyó: “Es importante avanzar en la prevención y la detección precoz, promover el abordaje integral y la integración sociosanitaria, diseñar e implementar programas en y con la comunidad, y aportar al diseño de modelos de cuidado”.
Los modelos de cuidado centrados en las personas
“El modelo asistencialista ACP, es el de atención centrada en la persona, el ACR, es aquel centrado en las relaciones, mientras que el AICP, es el modelo de atención integral y centrado en la persona. Hasta el momento hemos puesto el foco en cuidar las necesidades básicas y físicas de la persona, sin ver tanto la autonomía y las preferencias de la persona”, advirtió Esther Camacho, psicogerontóloga española, experta en neuropsicología.
En su exposición dejo que este modelo imperante consideraba que el cuidado solo se orientaba a que la persona estuviese sana, sin ver más allá de la enfermedad, siendo muy vertical y paternalista, ya que el paciente no tiene control de sus decisiones que son tomadas por la familia o los profesionales. Como ejemplo mencionó que, en las residencias de adultos mayores y también en los domicilios, la persona no puede elegir cuando desayunar o la hora de levantarse
Camacho reveló que el nuevo modelo centrado en la persona ya se basa en una idea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que sostiene que el individuo está en el eje de los cuidados y es quien decide y planifica su propio cuidado, y toma decisiones en cuanto a su proyecto de vida. “Mantener la continuidad de esta atención personalizada y flexible promueve un cambio de cultura en las organizaciones para que sean más horizontales, priorizando el bienestar emocional de la persona en su vida diaria”, analizó.
Finalmente, la psicogerontóloga desmenuzó el modelo de atención integral y centrada en la persona. “Ahí lo que hacemos es meter esa integralidad. Vamos a seguir centrando a la persona en los cuidados, que va a decidir y opinar en cuanto a lo que es va a hacer, considerando todas las esferas de su vida: la salud física, la interacción social, su participación, su espiritualidad, la nutrición y su sexualidad”, explicó.
“La flexibilidad es clave en este modelo donde la dignidad de la persona está como prioridad, ya que se suele ver a las personas mayores como todas iguales. Aquí vamos a ver la personalización, y cómo cada una es independiente y diferente”, sentenció. Además, revalorizó el vínculo que existe entre el profesional y la persona que recibe los cuidados a partir de un trato donde se respeta la individualidad y se conocer su historia de vida.
“Es posible cuidar sin sujeciones”
Sara Martinez de Pedro, psicóloga sanitaria experta en intervención con personas mayores y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Gerontología, cerró el webinar afirmando que las sujeciones en el cuidado de personas mayores no curan ni son terapéuticas, disminuyen la autonomía y la independencia siendo causas de graves complicaciones.
“Cualquier persona tiene derecho a rechazar los tratamientos, incluido las sujeciones y tiene derecho a la información”, advirtió y recogió un dictamen de la fiscalía general del estado (España) que publicó una instrucción específica sobre el uso de medidas de contención mecánica y farmacológica en centros residenciales de personas mayores, recogiendo las consecuencias negativas de su uso.
“Nos referimos con sujeciones a cualquier método natural o físico, instrumento mecánico material o equipamiento adjunto al cuerpo de una persona que le va a impedir moverse libremente o acceder a cualquier parte de su cuerpo con libertad”, definió y añadió que existen diferentes tipos vinculados a las sujeciones físicas y químicas
Martínez de Pedro puso como ejemplo el uso de un cinturón en la silla de ruedas o en la cama durante la noche, así como la administración de psicofármacos que limitan la participación de la persona, y su estado de alerta. “Cuando se administran debe hacerse con prescripción médica y una evaluación psiquiátrica”, exhortó. Esta situación se da con mayor frecuencia en personas más vulnerables, que padecen demencia, tienen mayor riesgo de sufrir caídas o padecen alteraciones conductuales
“Si una persona tiene, por ejemplo, riesgo de caída se le coloca una sujeción física que le provoca una alteración de conducta al verse privada de su libertad e intentar deshacerse de esa sujeción y no poder. Entonces entra en juego la sujeción farmacológica que a su vez aumenta el riesgo de caída, lo que refuerza el uso de esa sujeción física. Una provoca la otra por sus efectos secundarios”, señaló.
“La utilización de sujeciones, advierten los estudios, no es una manera de cuidar porque no respeta la dignidad de la persona y porque tiene consecuencias a nivel físico, psicológico y social, como disminución del apetito, aumento de infecciones respiratorias, incontinencia, trombosis, osteoporosis, y provoca mayor predisposición a las caídas al tener menos movilidad. A nivel psicológico generan ira, apatía, ansiedad, agitación, insomnio y también de privación sensorial, mientras que a nivel social generan vergüenza y aislamiento al desvincular a la persona del entorno.
También mencionó que las sujeciones químicas afectan al movimiento ya que los psicofármacos actúan sobre el sistema motor y pueden provocar adicción excesiva a la sedación, alteración de la marcha y acelerar el deterioro cognitivo. “El pilar fundamental del cuidado es el buen trato, algo universal y es el resultado del respeto de los derechos y el respeto a la dignidad de la persona. Consiste en establecer una relación satisfactoria entre personas. Dar y recibir buen trato no tiene edad, es una forma positiva de relación e implica reconocer al otro de igual a igual”.
Cuando se toma la decisión de trabajar sin sujeciones resaltó algunas medidas que se pueden tomar, como la modificación en el entorno, ya sea mantener las puertas cerradas para minimizar riesgos al facilitar la deambulación, ofrecer sillas en pasillos largos, colocar pasamanos, fomentar la actividad física, colocar actividades y murales de estimulación, reducir estímulos sonoros agresivos, y cuidar que no haya una sobreestimulación por exceso de luz. También, destacó la posibilidad de utilizar elementos de seguridad pasiva como sensores de movimiento, o establecer una zona segura con supervisión continua en la que puedan convivir las personas que tienen más riesgo.
“No va a ser posible el riesgo cero. Hay personas que tienen más riesgo de caídas por su por sus diagnósticos o condición física. El objetivo no es que no se caigan, sino que en caso de producirse las consecuencias sean las menos gravosas posibles”, destacó y enumeró algunas estrategias paliativas como retirar el mobiliario y alfombras que puedan suponer un obstáculo, señalizar zonas peligrosas, colocar material antideslizante, revisar el calzado, disponer de una buena iluminación y valorar los productos de apoyo, como los circuitos de videovigilancia, los sensores de movimiento, las sillas de ducha, alarmas y timbres, entre otros.
La psicóloga subrayó la importancia de conocer a la persona que recibe estos cuidados para comprender su comportamiento y ponerse en su lugar. “La utilización de la farmacología se contempla en personas donde esté en un riesgo vital tanto ella misma, como que ponga en riesgo a terceros, siempre y cuando se hayan puesto antes en marcha otras medidas alternativas y no hayan funcionado”, concluyó.