Lo que nos dejó el año 2020 con respecto a la Atención Médica
Dr. Gerardo Laube, médico infectólogo de la Universidad Abierta Interamericana.
Es evidente que el año 2020 ha marcado una bisagra en muchos aspectos sociales, culturales y políticos cuyas consecuencias a mediano y a largo plazo todavía son inciertas. Esto es particularmente cierto en lo que se va observando diariamente y cómo se han ido modificando los protocolos de atención durante la pandemia, la forma de atención médico-paciente y cómo los sistemas de salud se han tenido que ir adaptando en forma vertiginosa frente a los desafíos que la pandemia ha ido provocando.
Uno de los aspectos más significativos que he observado desde el punto de vista asistencial en mi actividad que ejerzo desde hace más 43 años, es que la relación médico-paciente personalizada y en forma presencial se ha ido transformando en comunicaciones por videollamadas y similares, las que de ninguna manera reemplazan la visión o una entrevista directa con el paciente. o los padres del mismo, en el caso de tratarse de la actividad pediátrica.
Por otra parte, hemos observado un retraso preocupante en los aspectos relacionados con los controles que ameritan enfermedades crónicas, el control del niño sano y el retraso en la consulta presencial que ha llevado a situaciones algunas de ellas de extrema gravedad. Como ejemplo, puedo mencionar casos de embarazos no controlados de pacientes HIV + que determinó lamentablemente la transmisión perinatal del virus, situación perfectamente prevenible y que en la actualidad prácticamente no deberíamos ver. Este tipo de situación lleva a condenar al recién nacido a un tratamiento crónico con las dificultades implícitas en cuanto mantener una medicación que no siempre tiene formulaciones pediátricas y no carentes de efectos adversos.
También se han observado muchas descompensaciones en enfermedades que deben ser controladas en forma permanente como lo es la hipertensión, diabetes, afecciones reumatológicas e incluso los controles de afecciones neoplásicas, todas las cuales lamentablemente se han visto resentidas ya que deben ser obligatoriamente manejadas de forma adecuada.
Otro aspecto que me ha tocado observar es el retraso en la llegada a los centros de atención de pacientes con enfermedades cuyo diagnóstico temprano y oportuno evita secuelas graves y a veces irreversibles, como es el caso de la tuberculosis. En efecto, el retraso en la concurrencia a los Centros de Atención durante meses ha llevado que estén llegando adolescentes con formas graves de la enfermedad con las secuelas que deja y que en muchas oportunidades impide a estos pacientes ingresar en el mercado laboral al no poder superar un examen preocupacional.
Otra inquietud, que como pediatra también observamos, es la notoria caída en las tasas de cobertura de las vacunas obligatorias particularmente en las edades pediátricas, con el riesgo que esta situación implica al exponer a muchos niños a afecciones que ya deberían estar totalmente controladas, tales como sarampión, rubéola, enfermedades invasivas por bacterias como Haemophilus influenzae, coqueluche, etc. Es por lo tanto fundamental, y sigue siendo un principio médico asistencial esencial, que a pesar de las circunstancias de esta pandemia cuyo final todavía se presenta bastante alejado, que tanto los pacientes como los profesionales que hacen a los sistemas de salud, sigan pensando que si bien este virus pandémico ha desplazado toda la atención médica hacia su manejo, tratamiento y eventual prevención, todas las demás enfermedades siguen existiendo.
Por supuesto que el hecho del cierre de la actividad escolar ha llevado a una reducción de la circulación de otros virus respiratorios, lo que podría especularse como una de las pocas consecuencias alentadoras de esta situación. Como hecho contra fáctico tampoco sabemos cómo evolucionará muchos pequeños desde el punto de vista emocional, particularmente en aquellas situaciones en las que se produjeron pérdidas de horas de rehabilitación en situaciones de retraso neurocognitivo y que será difícil de recuperar en algunas etapas críticas del neurodesarrollo.
Por todo lo antedicho es primordial que todos los miembros de los equipos de salud y particularmente los que practican la medicina asistencial mantengan las mejores relaciones empáticas con sus pacientes y puedan adaptarse a las nuevas tecnologías para lograr una integración entre la atención directa y la virtual. La no adaptación a estas nuevas formas de atención puede llevar a una pérdida de la confianza por parte de los pacientes, así como un temor a los desconocido, y un cansancio por parte de los profesionales de la salud, lo que puede llevar a un deterioro de esta relación que es primordial en el quehacer médico. Como ha marcado la historia, esta pandemia también tendrá su fin pero es todavía una incógnita la nueva realidad que nos dejará.