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Los 90 días en la Antártida de una graduada y alumna de la UAI: "Es un lugar mágico y todo te sorprende"
Belén Mattos (41) es graduada de Odontología en la UAI y estudiante de la Especialización en Periodoncia. También es mecánica dental, trabajó en el Hospital Alemán como asistente dental y ahora ejerce su profesión en un consultorio privado desde que se recibió hace dos años atrás, sitio al que conoce bien por haber sido asistente durante ocho. Junto al profesor Martín Migliardi (hacé CLICK AQUÍ para ver la nota), fue una de las que fueron a trabajar en el verano a la Base Marambio, gracias a un convenio de la UAI. "Es una experiencia única y el lugar es mágico: todo te sorprende", destacó.
Se iba a ir solamente por febrero, pero pidió quedarse un mes más y la dejaron. Pero el tercer mes no pudo salir porque el Hércules no pudo aterrizar en el continente blanco por semanas, por lo que terminó quedándose 90 días. La oportunidad de irse allí le surgió por un mensaje que la directora de la especialización, la Dra. Marisa Brusca, envió al grupo de WhatsApp de la especialización.
"Lo tiró en un grupo de Perio de primer año, donde éramos como 30 personas y fuimos tres solos a la entrevista para ver qué onda la Antártida. De esos, terminamos yendo dos. La realidad era que daba incógnita de qué íbamos a hacer nosotros allí. Nos llamaron en agosto del COCONTAR (Comando Conjunto del Antártico) y nos dieron una pequeña charla. Después, eso se frenó hasta diciembre, que nos confirmaron que nos teníamos que hacer los estudios porque en enero nos íbamos. Era por la campaña de verano porque después no se entra más a la Antártida. Nos habían dado a elegir entre enero, febrero y marzo, y uno de los chicos se bajó a último momento. Yo ya me había organizado bien para ir", destacó Belén.
- Supongo que iba a realizar trabajos de odontología. ¿No?
- Supuestamente iba para eso, pero la realidad es que la gente que va a invernar, los que se quedan todo el año que es una dotación de 90 personas, van todos aptos para que no les pase nada. Les sacan las muelas de juicio, les arreglan las caries, todo. Tienen un año de preparación. De urgencia para odontología vi a tres pacientes nada más. Había también una médica y un enfermero que les hacen controles una vez al mes. En marzo yo pedí si me dejaban ver a toda la dotación para ver si tenían alguna caries o algo, vi a los 90 y ninguno tenía nada, a lo sumo en una pieza.
- ¿Y el resto del tiempo que hacías?
- Lo que hacen ellos: arreglar la Base. Pinté el pasillo, la puerta de entrada... Hacíamos de "María", que es como se les llama a los que ayudan en la cocina. Eso le tocaba una vez a cada uno. En algún momento llegamos a ser 220 en la base. Había mucha gente. No era que me obligaban, era si querías. Como somos civiles, nosotros con la Fuerza no tenemos nada que ver. Pero pintábamos, barríamos, limpiábamos... a organizar la base. Es cuidar la casa, que es enorme, y que hay que mantenerla todo un año. Imaginate que con -37° la nieve se mete por todos lados. Nunca hace frío adentro de la base, pero explotan los caños, se congela el agua, no te podés bañar, no podés ir al baño. Es una vida bastante sacrificada la de estar ahí en invierno. Yo fui en verano.
- ¿Por qué te quedaste mucho más tiempo del planeado?
- Me fui el seis de febrero. Salí de Palomar que fue terrible subirte al Hércules. De ahí fui a Río Gallegos y estuve cuatro días hasta que pudimos entrar a Marambio. Es que la base tiene ventanas climáticas. Está a 200 metros al nivel del mar y como que se cierra una masa de nubes y no puede entrar el avión. Te decían: 'A las cuatro de la mañana salimos' y después no, que esperábamos más. Me quedé tres meses porque el primer mes elegí quedarme yo porque se me había pasado muy rápido, y lo pedí. Después, el último mes estuve esperando para que el Hércules nos vaya a buscar y ese mes no lo decidí yo, fue porque el avión no podía entrar. En las últimas dos semanas el Hércules entraba, lo veías que volaba y se iba, porque no podía aterrizar. Las nubes que se forman parecen un mar, es imposible que el avión cruce esas nubes. Y el viento: de 120 a 180 kilómetros por hora.
- Ahora que ya estás de vuelta en Buenos Aires, contame cómo viviste la experiencia de estar ahí.
- Fue lo mejor que me pasó en mis 41 años. Nunca había viajado sola y era la segunda vez que me subía a un avión, le tengo miedo. Y el Hércules era como toda una aventura. Fue lo mejor, me quise animar a viajar sola. Me iba a meter en una base militar, que ahora supuestamente es solamente científica, pero yo con las Fuerzas nada que ver. En mi casa estaban mal vistas, pero la verdad que me saco el sombrero. Me re acompañaron, aconsejaron, siempre me dieron una mano, estaban pendientes de que no me pasara nada, me re cuidaron y me conocí gente hermosa, que ahora son amigos que aún están allá, pero sigo en contacto. Sin dudas fue la mejor experiencia de mi vida.
- Por lo que contás, si te podés ir de nuevo lo vas a hacer...
- Sí, de hecho pedí para quedarme. Si me dejaban, me quedaba hasta diciembre. El lugar es increíble. Todos los días te levantás y es un paisaje diferente. Quizás te acostás a la noche y está todo blanco y a la mañana es todo barro, porque el viento barrió la nieve. El sol, el amanecer, el atardecer, las nevadas, el frío... todo es como mágico. Y la gente que está ahí es impresionante. Saben lo que hacen y están cuidando ese pedacito de patria. Están haciendo patria.
- ¿Qué fue lo que más te costó adaptarte?
- Al principio me fue difícil adaptarme a la cantidad de gente. Yo estoy acostumbrada a estar sola con mi perra en mi casa. Llegar allá y que haya 200 personas fue un '¿Y esto cómo pasó?'. Fue nunca estar solo, no hay tiempo para estar solo. En la pieza siempre hay gente. Yo dormía con alguien, que hoy es mi amiga, y nunca tenés un momento de decir me voy a caminar, porque para salir a eso tenés que pedir permiso. Eso fue lo que más me costó y tardé una semana en acostumbrarme.
- ¿Qué te sorprendió?
- El trato que tienen los militares con los civiles. Yo pensé que iba a un régimen militar y nada que ver. Eso me sorprendió: lo humano que son. En mi casa tenía inculcada otra cosa. Para que te des una idea, entrabas y estaba la foto del Che Guevara. Pero después estar ahí con la gente que te habían dicho que era mala... fue 'guau, qué pasó'. Eso fue una de las cosas que más me atrapó, me flasheó. Hasta el hecho de querer quedarme todo el año. Y además yo soy la mina más friolenta del mundo... y me fui a un lugar de -37°. Salíamos con esa temperatura, pero te dan ropa recontra especializada. Parecés un oso de peluche. Pero la exposición que tenés afuera es de minutos, hasta que caminás de un lugar de trabajo a otro en la Base. Con ese traje de extremo frío estás bien. Los guantes, las botas, todo. El viento te tumba si no te agarrás: yo me caí dos veces.
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